Habitualmente en las escuelas se habla de recreos como ese espacio en el que los niños juegan libremente durante un periodo de tiempo sin directrices de los adultos. En Magea Escuela Activa (Burgos) lo llamamos ‘salir al exterior’ puesto que estos momentos de descanso cognitivo se realizan en el jardín. Para nosotras es fundamental que en este tiempo los menores sean libres y desarrollen su juego sin directrices adultas y en un entorno natural. Además de no ser un juego estructurado, nuestras salidas al exterior se caracterizan por el número de veces que durante la jornada escolar se acude al ‘recreo’.

Concretamente tenemos tres ‘exteriores’ debido al hincapié que se hace desde la escuela en intercalar momentos de concentración con momentos en los que el cuerpo está presente e interviene directa y significativamente en el desarrollo y el aprendizaje, aunque sea de manera disimulada. Después de una tarea que exija quietud y concentración, se procura que haya otra más respetuosa con las necesidades y deseos motrices de los niños y niñas. Pero...¿Qué hay más allá de ese descanso?¿Cómo influye en el desarrollo y la concentración de los niños estos tres exteriores de juego libre?

Favorece la concentración 

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En las salidas al exterior, el cuerpo es el personaje principal: los menores corren, saltan en la colchoneta, se tiran por la rampa, escalan en el rocódromo… Y muchas cosas más. Su cuerpo y sus sentidos están en continua estimulación y desahogo. El doctor Harald Blomberg afirma que “es el movimiento el que desarrolla el cerebro, no el cerebro el que desarrolla el movimiento”.

Para encontrar evidencias científicas sobre la importancia del movimiento como potenciador de la concentración, tenemos que viajar hasta el funcionamiento de nuestro cerebro. La parte central del tronco del cerebro se compone principalmente de una red nerviosa densa, el sistema de activación reticular. Este sistema de células nerviosas transmite señales al córtex gracias a los sentidos visual, auditivo, vestibular así como desde los músculos, las articulaciones, los órganos internos y también desde el sentido táctil. Con el movimiento libre y la exploración activamos la corteza cerebral, ésta hace que mantengamos la atención y un estado de alerta adecuado.

Estimula la capacidad creadora

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Algo curioso a la par que beneficioso de nuestros ‘exteriores’ es que no hay juguetes pero, ¿los niños se aburren? Claro que no. Ellos usan elementos de la naturaleza para desarrollar su juego: desde palos con los que construyen ‘tipis’ y hogueras, hasta piedras y barro que acaban siendo construcciones para retener el agua de los charcos y hacer presas de castores o, incluso, una montaña gigante de arena en la que excavar un túnel al fin del mundo.

La naturaleza se caracteriza por la enorme diversidad de espacios y estímulos como las cuestas, montañas, charcos secos y húmedos, sombras, espacios con suelo de piedras, con suelo de césped, árboles que escalar… Junto con la riqueza en colores y texturas dependiendo de la estación del año. Además, todos los recursos están en proceso de cambio debido a los ciclos naturales. Tanta diversidad invita al alumnado a crear y explorar puesto que todos los días hay algo nuevo que les atrae, permitiéndoles tener nuevas ideas que desarrollar.

Gestión de las emociones

Estos momentos de libertad e interacción con sus iguales se caracterizan en cierto modo por la cantidad de conflictos que surgen y por lo tanto es una gran oportunidad para acompañar esos conflictos y aprender a gestionar las emociones a través de herramientas que tienen como objetivo encontrar soluciones. 

Desde trabajar la equidad gracias a un conflicto por los equipos del juego, hasta gestionar frustraciones porque el palo que queríamos para jugar lo está usando otro e, incluso, aprender a respetar y valorar el trabajo de los demás, como cuando los ‘cocos’ (el grupo de 7-8 años) crean una escalera y en vez de destrozarla se contribuye y aporta a su construcción y desarrollo. Estos son algunos ejemplos que permiten ayudar a la gestión de emociones en momentos de conflicto. 

El ‘recreo’ es el momento clave del día para trabajar el conflicto como una oportunidad de desarrollo y aprendizaje, además de porque es el espacio en el que las discrepancias aparecen con más constancia, es también porque el movimiento está ligado a la integración del cerebro superior e inferior, pudiendo darse una mala integración de ambos y producir, de esta manera, reacciones emocionales exageradas.

Se dice que las emociones empiezan en el cuerpo y por lo tanto este es un gran aliado para trabajar la gestión emocional. Y qué mejor que mover el cuerpo al aire libre y disminuir los momentos de reactividad en las salas o tiempos de trabajo. En definitiva, dejar salir al exterior a los menores tres veces al día aporta muchas oportunidades de aprendizaje y desarrollo observables que disfrutan y esperan con entusiasmo. 

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