Educadores, profesores y padres de todo el mundo trabajan por ayudar a solucionar los grandes problemas sociales a través de la educación. La solidaridad es uno de los aprendizajes más importantes que se ejercitan en las aulas, con el objetivo de influir y mejorar la forma de pensar y actuar de los niños y tener hijos más solidarios. Por tradición, el periodo navideño es el más propicio para hablar de solidaridad con ellos, a pesar de que lo ideal es mantener presente este valor durante todo el año.

¿Qué es?

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La solidaridad por definición es el apoyo incondicional a causas o intereses ajenos, pero ¿cómo conseguir que los niños aprendan el valor de la solidaridad? Existen algunas pautas que contribuyen a potenciar personalidades más solidarias, generosas, comprometidas, tanto dentro como fuera del colegio.

Desarrollar la empatía

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Si los adultos nos mostramos empáticos con los niños, reconociendo y validando sus emociones (no necesariamente sus conductas), es más fácil que ellos aprendan a ser empáticos con los demás. La solidaridad implica acciones para ayudar a otras personas, pero además, esto nos va a hacer sentir bien.

Según algunos estudios, la oxitocina -conocida como la hormona del placer- aumenta en el cuerpo hasta en un 80% cada vez que la persona realiza una donación a un tercero de forma desinteresada. A partir de ahí, desde la empatía, es posible llegar al valor de la justicia emprendiendo acciones solidarias que implican superar el individualismo, el egoísmo o la comodidad, para repercutir en el bienestar o felicidad de otras personas.

El proceso se puede hacer de lo cercano a lo lejano: por ejemplo, contribuir en tareas domésticas, compartir con los hermanos, ayudar a los compañeros que les cuesta más hacer algún ejercicio, etc., y a partir de ahí implicarles en acciones como poder renunciar a cosas que tienen (ropa, juguetes), y que aprecian, para donar a otros niños con menos recursos.

Hijos Más Solidarios

No tener miedo de hablarles de todo

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Lejos de traumatizarlos, comprender el dolor o las necesidades ajenas ayuda a los más jóvenes a empatizar y acercarse a otras realidades. Siempre adaptaremos el mensaje en función de la edad de los niños, pero podemos abrir un debate de índole social adaptado a su lenguaje. Así, explicarles el efecto que puede tener su acción les hace sentir agentes de cambio y darse cuenta de la suerte que tienen de contar con una familia, una casa, unos padres, amigos y bienes materiales, como los regalos en sus cumples o en Navidad.

Compartir con los niños buenas lecturas y películas

Aprendemos también a través de las historias de cuentos y películas, donde los niños empatizan con los personajes que sufren injusticias, o que necesitan ayuda, motivando en ellos el deseo de hacer algo para que se sientan bien, se salven, triunfe la verdad, la bondad... Los buenos libros y las buenas historias les pueden dar un modelo de cómo actuar desde estos valores.

Los adultos podemos ofrecerles o facilitarles este tipo de materiales, pero además los podemos disfrutar juntos y luego hablar con ellos para hacerles reflexionar o tomar conciencia del efecto de la solidaridad en el bienestar de los demás.

La inmersión en otras culturas

Hoy en día, tenemos la oportunidad de conocer y experimentar las tradiciones y formas de vivir de otras sociedades sin tener que salir de casa. Un ejercicio muy efectivo para generar curiosidad y empatía a la vez es animar a que los niños conozcan tradiciones de otros países como el año nuevo chino, el Día de los Muertos en México o cualquier festividad que amplíe su visión del mundo para que se den cuenta de que existen otras formas de vivir diferentes a la suya.

El Deporte

La sensación de trabajo en equipo es muy importante y el deporte es un escenario perfecto para su desarrollo. Genera compromiso y comunicación con los distintos integrantes, prácticas que les facilitarán más adelante a comprender la necesidad de ser solidarios. Por ejemplo, si están jugando un partido de fútbol, podemos enseñarles que lo importante no es quién marca el gol si no el trabajo que hace cada uno de los jugadores por el bien común del equipo.

En definitiva, la solidaridad es una capacidad innata en todos los niños, cuyo desarrollo depende en gran parte del relato que los adultos realizan de la realidad.

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