La percepción del fracaso es cultural y, como tal, se tiene que abordar entre todos  con las herramientas adecuadas. No podemos negarlo, ya que es una evidencia que está latente en cada decisión que tomamos y en cada cosa que queremos hacer. Pero siempre hay que plantearse que, si el fracaso puede formar parte en cualquier etapa de nuestra vida, ¿qué puedo hacer yo ante él? Lo grave no es fracasar, lo grave es que no aprendas de ese fracaso. La noción que nos llega de Silicon Valley es demasiado idílica.

La negación es el primer problema

El principal problema del fracaso es que no se habla de él y, cuando se trata el tema, es desde un punto de vista inspiracional. ¡Esto es el principal error! Deberíamos ser capaces de crear una metodología para que esta visión cambie y la gente - y en el caso de la educación, los padres y los docentes- pueda tener herramientas que le permitan enfrentarse a sus fracasos.
Hay que conceptualizar todo esto según el tipo de estudiante que tengamos. No es lo mismo un alumno de primaria que uno de bachillerato o uno que opte por la formación profesional. Y en esta labor hay que involucrar al profesorado; si no comenzamos con ellos es muy difícil provocar el cambio.

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El ‘Curriculum fracasional’

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En mi segundo año de colaboración con RAC1 (radio catalana), allá por 2012, decidimos lanzar una sección llamada ‘La suerte del fracaso’ y, ante la falta de facilidad para hablar de este tema, decidí inventarme una herramienta que permitiese trabajar alrededor de este concepto.
El ‘Curriculum fracasional’ te obliga a identificar ese fracaso y a tomar una medidas correctoras para no volver a repetirlo. Con esto, consigues averiguar por qué has fracasado en el pasado y comprender qué has aprendido con ello.
¿Qué conseguimos con él en el ámbito educativo? Que los profesores tengan una herramienta con la que trabajar. En mi primer libro, ‘Mamut o sapiens’, ya decía que el fracaso es un paso en una cadena de eslabones para llegar al éxito, pero empieza conociéndote a ti mismo. Ese trabajo individual no se hace y es necesario porque es un camino, no es una etapa concreta. No hay otra manera de aprender: hay que parar, analizar y actuar en consecuencia. ¿Cómo queremos llegar a los niños si no hemos llegado antes a los profesores?

A raíz de esta idea, estoy colaborando con el departamento de Psicología de la Universidad de Barcelona para crear una metodología y unas herramientas que permitan a los alumnos y a los profesores hacer su propio ‘Currículum fracasional’ y comenzar a tomar conciencia para aprender a evitar que se repitan dichos errores.
Además, hace tiempo llegamos a un acuerdo con el departamento de educación de la Generalitat de Cataluña y nos pidieron crear un workshop llamado ‘Gestión del fracaso para impulsar el éxito’ destinado a docentes.
Sin duda, nuestro foco está en los profesores y para ello tenemos que darles medios como cuestionarios para que ellos mismos midan su nivel de fracaso. También hay que explicar de dónde viene el fracaso y cómo abordarlo cuando se produce. En definitiva, debemos apostar por una metodología concreta y clara para llevarla a las aulas.

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