La difusión de la literatura escrita por mujeres, así como del feminismo, ha sido una constante en la trayectoria de la escritora Carmen G. de la Cueva (Alcalá del Río, Sevilla, 1986), con títulos como ‘Mamá, quiero ser feminista’ (2016) o ‘Un paseo por la vida de Simone de Beauvoir’ (2018). Como editora también publicó en 2019, junto con María Folguera, ‘Tranquilas. Historias para ir solas por la noche’. 

Recientemente ha publicado también en la editorial Lumen ‘Escritoras. Una historia de amor y creación’, una original propuesta literaria y ensayística en la que tira del hilo que une a mujeres que, mucho antes que ella, encontraron en la voz y en la cercanía de otras esa fuerza necesaria para creer en ellas mismas. En su nuevo libro, habla de mujeres que protagonizaron desde finales del siglo XIX, a veces en la luz, pero con bastante frecuencia en la sombra, toda una revolución cultural en España: Emilia Pardo Bazán, María de Maeztu, Clara Campoamor, María de la O Lejárraga, Carmen Baroja, Elena Fortún, Carmen Laforet o Carmen Martín Gaite. Y otras de las que apenas queda algún rastro pero que, dentro del marco de instituciones como la Residencia de Señoritas o el Lyceum Club Femenino, tuvieron el deseo juvenil de abandonar la vida que se les imponía en una época en la que el 70% de ellas eran analfabetas. Esas mujeres pudieron acceder por fin a una vida más libre, lucharon por lograr pequeñas y grandes conquistas y vieron a su vez cómo ese sueño se frustró con la Guerra Civil, la dictadura y, en numerosos casos, el exilio. 

De ellas y de otros muchos temas como la necesidad de contar con referentes femeninos o la necesaria revisión de los programas educativos para que tengan una mayor presencia de figuras todavía desconocidas para la gran mayoría de los estudiantes hemos conversado con la autora.  

Escritoras Carmen G. De La Cueva
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Pregunta: ¿Cómo surge la idea de escribir un libro sobre la vida, la amistad y los hilos que unen a escritoras españolas desde Emilia Pardo Bazán a Carmen Martín Gaite?

Respuesta: En otoño de 2021, cuando mi hijo tenía dos años, me separé de mi pareja después de doce años juntos. En ese momento apenas escribía, me sentía atrapada en la relación, en un extraño limbo doloroso y oscuro. Entonces, las amigas estuvieron ahí para mí, para sostenerme cuando todo parecía venirse abajo. Llamé a mi editora de Lumen y le conté mi situación. Le propuse escribir un libro sobre la amistad tirando del hilo de la correspondencia entre Elena Fortún y Carmen Laforet. En ese estado de vulnerabilidad y precariedad emocional y económica escribí este libro. Y fue precisamente la escritura lo que me salvó.

P: En ‘Escritoras’ van apareciendo numerosas mujeres que, posiblemente, resultan anónimas para el gran público hasta que no se menciona el nombre de su pareja: María Teresa León, Zenobia de Camprubí, María Goyri... ¿Crees que la historia ha sido injusta con estas mujeres a pesar del papel cultural e intelectual que tuvieron en su época?

R: Un vacío, un enorme hueco. Todas ellas estaban ahí, hicieron cosas grandiosas, escribieron textos que, la mayoría de las veces, eran de una calidad superior a la de sus compañeros. Pero la historia literaria no se explica sin la misoginia. La RAE define la misoginia como la “aversión a las mujeres” y justo eso fue lo que pasó y sigue pasando en tantos ámbitos: lo que crearon no era tenido en cuenta, al menos, no a la altura de los hombres. Había rechazo y ninguneo. Ellas creaban en la sombra y sólo ahora empezamos a recuperar toda esa obra y a ponerla en el lugar que se merece.

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P: La Residencia de Señoritas o el Lyceum Club Femenino tienen un gran protagonismo en el libro, donde se refleja su gran importancia para todas aquellas jóvenes que querían estudiar y cambiar el destino que la sociedad tradicional les había impuesto. ¿Por qué crees que se conoce tan poco de estas instituciones y tanto de la masculina como la Residencia de Estudiantes? ¿Este desconocimiento se debe únicamente a la llegada del franquismo o hay más factores que lo expliquen?

R: Esos espacios maravillosos de creación, investigación y encuentro sufrieron la misma misoginia que la obra creativa de estas mujeres. Llegó la Guerra Civil, la Sección Femenina impuso un modelo de mujer único, conservador, una mujer que debía permanecer en la casa y ocuparse de la familia. La mujer no podía ser artista, reunirse con otras mujeres para explorar o gozar. A mí no deja de sorprenderme que la Residencia de Estudiantes se mantuviera intacta y que de la Residencia de Señoritas quede tan poco. Sus archivos estaban arrumbados en los sótanos de un edificio desde la guerra y hasta los noventa nadie se acordó de ellos. Sin embargo, la Residencia de Estudiantes es todavía hoy centro de investigación y creación de referencia. Volvemos a la misma historia: todo lo que hicieron las mujeres quedó relegado, fragmentado, borrado.

P: Como explicas en el libro, estos espacios recibían numerosas críticas por parte de otros escritores consagrados y de periodistas de la época. ¿Crees que esta visión machista sigue todavía presente en la sociedad actual? ¿Hemos mejorado realmente tanto o vivimos incluso un retroceso?

R: Yo creo que la historia es cíclica. Vamos hacia adelante y volvemos hacia atrás en un círculo infinito. Los años veinte y treinta, antes de que estallara la guerra, fueron años de mucho avance, de cierta modernidad, no desde luego para todas las clases sociales, pero muchas mujeres empezaban a salir de la casa, de sus pueblos, de sus provincias, estudiaban, conocían a otras mujeres que les abrían mundos. Y llegó la guerra y todo volvió a saltar por los aires. Y luego cuarenta años de dictadura. Asusta pensar en el horizonte posible después del 23J: un gobierno del PP, un gobierno del PP con Vox sería un retroceso tremendo para los derechos de las mujeres y de los más vulnerables. El cuerpo de las mujeres siempre ha sido un campo de batalla, lo vemos en cuestiones como el aborto, la violencia sexual, la violencia de género, las políticas de la familia. Faltan décadas para que las mujeres vivan en plena igualdad, pero la lucha feminista no se entiende sin la medioambiental, la de clase y la de raza.

P: La necesidad de las jóvenes escritoras por tener referentes es una constante en el libro. ¿No resulta paradójico que en pleno siglo XXI todavía sigan siendo necesarios e imprescindibles esos referentes para muchas niñas y jóvenes en campos como la ingeniería o la literatura?

R: Siguen siendo imprescindibles porque no los hay. En los últimos meses, en la promoción de mi libro, se repite la misma historia: chicas que se acercan para decirme que no estudian a mujeres en los institutos, en la universidad, que están presionadas por lo que se espera de ellas, por el género. Mientras no cambie la educación en las escuelas y los referentes se estudian transversalmente en todas las materias, no como parte de una asignatura, sino en los contenidos generales, seguirán siendo necesarios libros que den nombres y cuenten las vidas de todas esas mujeres que, para la mayoría de la población, siguen siendo unas desconocidas.

P: En el libro subrayas la necesidad de que “se revise el canon y se incorporen todas estas voces en los programas educativos”. ¿Crees que en los centros educativos se está comenzando a dar a conocer la vida y obra de las escritoras de las que hablas en tu libro o todavía hay mucho que hacer en este sentido? ¿Puede ir cambiando y mejorando con el tiempo de la mano de los propios docentes y su mayor concienciación?

R: Lo decía anteriormente. Para mí es imprescindible la formación feminista, los y las docentes feministas, porque el feminismo atraviesa la vida entera: lo que vistes, lo que comes, lo que estudias, cómo te relacionas, cómo será tu vida futura. Pero hay mucho miedo, por desconocimiento, por egoísmo a perder ciertos privilegios, sobre todo, el privilegio del relato único. Y mientras no cambien los programas educativos y haya cierta conciencia feminista que no es más que un espíritu crítico para ver las desigualdades, todo seguirá siendo difícil para muchas personas que no encajan en lo que la sociedad espera que sean.

P: ¿Qué obras de las escritoras que aparecen en tu libro te gustaría que se reeditasen en la actualidad para que pudiesen ser leídas en las aulas?

R: Es curioso porque, justo en los últimos meses, se han reeditado dos obras que me parecen imprescindibles: ‘Cartas a las mujeres de España’ y ‘Gregorio y yo’, ambas de María Lejárraga. Pero lo que me gustaría no es tanto que se reediten obras, sino que se lean en las aulas. Que se lea ‘Nada’ de Carmen Laforet pero de otra manera: en voz alta en plena clase, intentando entender a la protagonista que tiene apenas 18 años y quiere vivir experiencias. O que se lean los fragmentos autobiográficos de Lejárraga cuando es una muchacha que viaja y quiere ver mundo. Yo creo que hace falta acercar esos libros a la gente, no simplemente colocarlos en las programaciones, sino leerlos desde la propia experiencia, una lectura inmersiva que conecte con las vivencias de los jóvenes. Es la única manera de que entendamos que todos esos libros que nos parecen tan antiguos y lejanos hablan de nosotros.

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P: ¿Qué recomendarías a las jóvenes estudiantes que sueñan con ser escritoras y no tengan todavía su ‘habitación propia’?

R: Creo que hay tres cosas importantes para una escritora en ciernes: leer, escribir todos los días —lo que sea: diario, cartas, cuentitos o poemas— y confiar en la propia voz. Lo más difícil de todo es creer en una misma porque ser escritora no está bien visto cuando tienes quince, veinte, veinticinco años; no es algo que se considere un trabajo productivo, no genera riqueza a corto plazo, pero el pensamiento, el conocimiento, la exploración de la vida a través de la escritura puede aportar muchísima más riqueza a la sociedad y a una misma que todo el dinero del mundo. Les diría que no dejen que nadie nunca jamás les diga lo que deben hacer con sus vidas: que escriban, que lean, que escriban y perseveren.

P: En el mercado editorial actual hay una fuerte presencia de jóvenes escritoras cuyas obras obtienen un gran respaldo de la crítica, ventas y, por supuesto, lectores. ¿Qué crees que pensarían las escritoras de tu libro de esta situación tan distinta a la que ellas vivieron?

R: Esta pregunta me la he hecho muchas veces a lo largo de estos meses. Y siempre tengo la misma respuesta: serían felices leyéndonos. Nos imagino a todas juntas en un gran salón como el del Lyceum Club, cada una con una copa en la mano, brindando juntas y leyéndonos en voz alta, compartiendo nuestras voces, unidas como en un maravilloso aquelarre intergeneracional.

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Francisco Javier Palazón

Lector, bibliómano y periodista. Coordino el trabajo del gran equipo de profesionales de EDUCACIÓN 3.0 con el convencimiento del poder de la educación para transformar y construir un mundo mejor.