Las señas de identidad del proyecto educativo del IES El Picarral (Zaragoza) son tres: la equidad y la educación inclusiva; la participación de la comunidad educativa; y la innovación, apostando por metodologías activas donde no hay materiales curriculares cerrados. Así, apuestan por el aprendizaje cooperativo, el trabajo por proyectos, y los medios y contenidos digitales como sustitutos del libro de texto.
Las docentes Patricia Acero, Blanca Domínguez y Lucía Forcadell pusieron en marcha el proyecto ‘Este es mi barrio’. En su opinión, el colaborativo ya ha tenido bastantes experiencias previas en centros aragoneses, pero el trabajo sin libros y el ABP globalizado todavía no tienen demasiados ejemplos. El reto en un centro de secundaria, con su estructura fragmentada por departamentos, es conectar disciplinas y aprendizajes, de manera que se anteponga el producto global a los contenidos de cada una de las especialidades. Ellas mismas cuentan el resultado
–Globalizado: se trata de un proyecto en el que participaron todos los alumnos (al ser un instituto nuevo, sólo había estudiantes de 1º de ESO), profesores y materias del centro.
–Ruptura de horarios: durante el mes que duró todo el horario lectivo se destinó al trabajo del mismo. Así, no hubo horas específicas de materia y el profesorado pasó de ser especialista a tener un rol de guía independientemente de los contenidos.
–Inclusivo: todo el alumnado del centro (incluido TEA, estudiantes con una necesidad específica de apoyo educativo, bilingüe…) participó en las actividades del mismo. Para favorecer la inclusión y afrontar los problemas, se programaron además actividades de gestión emocional y de cohesión grupal.
–Ocupación de espacios fuera del aula: por un lado, espacios en el propio centro como los pasillos, las aulas de música e informática, salón de actos y zonas de recreo; por otro, lugares exteriores como visitas guiadas al barrio, batucada, “safaris” fotográficos, entrevistas a miembros de colectivos…
– Uso generalizado de las TIC: la mayoría de las actividades se desarrollaron mediante el uso de tabletas y ordenadores personales y un buen número de los productos finales se realizaron en formato digital (vídeos, presentaciones, folletos, mapas conceptuales, o mapas convencionales, entre otros).
Tareas puestas en marcha
Los estudiantes se enfrentaron a tareas tan diversas como la realización de cartografías de distintas zonas del barrio usando Google Maps, cálculos de áreas y perímetros, estudio del ecosistema urbano, investigación de la historia y evolución del barrio, el porqué de los nombres de sus calles, realización y edición de entrevistas a personas de distintas instituciones y colectivos, grabación de vídeos con indicaciones de direcciones en francés, diseño de folletos turísticos en inglés (sin bilingües en ambos idiomas) o a la fabricación de sus propios instrumentos con materiales reutilizados para la interpretación de una batucada.
Tratamiento de aspectos extracurriculares
Asimismo, en los primeros días nos dimos cuenta de que, al ocupar el proyecto toda la jornada, había que alternar las horas de éste con otros tiempos y actividades, pues aunque se tratase de tareas diversas, los chavales manifestaban la pesadez de estar seis horas trabajando en el proyecto; por esta razón, tratamos de que todos los días hubiera en el horario una salida a la calle o una actividad en el patio o de tutoría. Podemos decir que deslocalizamos las aulas, puesto que el proceso educativo no tenía como referencia exclusivamente la clase: los estudiantes salían del centro y ocupaban distintos espacios para realizar algunas actividades.
Desde orientación, también planteamos dinámicas de grupo con dos objetivos:
–Trabajar sobre los conflictos que surgieron. Tal vez fue escasa la preparación previa del clima de aula y las relaciones de interdependencia no siempre se manifestaban positivamente. Esto hizo que nos planteáramos la formación de mediadores.
Evaluación
Utilizamos la técnica “Yo valoro, yo critico, yo propongo” para estar atentos a los procesos y dar los alumnos condiciones de libertad para manifestarse. Cada día se dedicaba a ello parte de la última sesión,y después compartíamos la información para introducir cambios en el siguiente proyecto.
Otra herramienta para introducir la educación emocional fue el Emociómetro. El alumnado dedicaba un tiempo a reflexionar sobre cómo se había sentido a lo largo del día y lo manifestaba de forma visual. El objetivo era expresar cómo habían trabajado (podían identificarse con emociones como: aburrimiento, tensión o aceptación, entre otras) y para el profesorado fue otra fuente de información. Aunque no hacía referencia a la metodología o a los procesos, sí reflejaba el estado de ánimo de los alumnos.
Esta experiencia se presentó en el encuentro de Utopías Educativas: