Feliciano Mayorga es filósofo, escritor y docente con más de 30 años de experiencia. Durante este tiempo, ha visto con preocupación cómo crece el machismo entre los estudiantes y, lo más alarmante, tanto entre los chicos como entre las chicas. Para tratar de analizarlo con serenidad, Feliciano ha escrito un libro, ‘Retórica de un pene asustado’ (Letrame), en el que profundiza en los mitos y las falacias de este nuevo machismo que se alimenta de consignas como que la violencia no tiene género, que el patriarcado no existe o que no hay brecha salarial ni techos de cristal para las mujeres. Esto es lo que observa entre muchos de sus alumnos, que hacen suyos estos mensajes gracias, en parte, al contenido que visualizan en Internet: desde youtubers considerados por el propio docente como neomachistas hasta pornografía. Y sólo ve una solución: una mayor pedagogía de las políticas de igualdad y una educación igualitaria (y real) tanto en las aulas como en los hogares.
Pregunta. Se dedica a la docencia desde hace 30 años. ¿Cree que los estudiantes actuales son machistas?
Respuesta. Por desgracia, me temo que sí. No hay más que ver el elevado grado de posesividad que revelan algunas conductas, como inspeccionar el móvil de la pareja, controlar su ubicación, su modo de vestir o su forma de expresión en las redes sociales, confundiendo los celos con una prueba de amor. O que los itinerarios profesionales elegidos por chicos y chicas siguen tendiendo a perpetuar patrones de género: ellas más relacionados con el cuidado y ellos con lo técnico. O el aumento exponencial de delitos sexuales donde víctimas y agresores son menores. ¿En qué se diferencia la generación actual de adolescentes con la de hace 10 años? A mi modo de ver, hay tres diferencias significativas: el incremento de la hipersexualización de las chicas, cada vez más precoz; la banalización de la sexualidad, unida a la tendencia a imitar las prácticas machistas de la pornografía en las relaciones íntimas; y, por último, la asunción por parte de los adolescentes varones de una actitud de rechazo abierto hacia el feminismo, que comparten cada vez más chicas.
P. Cada uno de los capítulos de su libro se divide en mitos y falacias que giran en torno al neomachismo, como que el patriarcado no existe o que la violencia no tiene género. ¿Estos mensajes calan entre los más jóvenes? ¿Por qué?
R. No es solo una opinión mía. Según el último Barómetro sobre Juventud y Género del Centro de Estudios Reina Sofía, uno de cada cinco jóvenes varones en España cree que no existe la violencia machista, el doble que hace cuatro años. La influencia de canales que propagan estos mensajes es enorme y es preocupante que no se le esté dando la importancia que merece. Los adolescentes están forjando su identidad, y en particular los chicos, se sienten desorientados por la crisis de los roles sexuales tradicionales. Una salida fácil a su angustia es ponerse a la defensiva y adoptar una posición victimista: “lo que nos pasa es culpa del feminismo, que está contra nosotros”. Al formar parte de estas comunidades misóginas se sienten seguros, adquieren un sentido de pertenencia que les falta en la vida real.
P. Comenta que en la actualidad hay toda una generación de youtubers neomachistas con multitud de seguidores en redes sociales. ¿Resultan tan influyentes entre los más jóvenes como parece?
R. Son muchos los youtubers y canales machistas, algunos con cerca de dos millones de seguidores, que crean contenidos de forma permanente y de carácter misógino, instando abiertamente a los jóvenes a defenderse “de las feminazis que quieren robarnos la masculinidad”. Hablamos de edades muy influenciables, donde se está construyendo la personalidad. No solo los programan y fanatizan, sino que los convierten en activistas del neomachismo, les dan una misión: acabar con el feminismo. Así, les ‘imprimen’ a esa causa un sello de rebeldía y contracultura que puede resultar muy atractivo a esa edad.
P. ¿Es necesaria una mayor pedagogía de las políticas de igualdad?
R. Así es. Todos hemos oído hablar en los medios de comunicación de la Ley Integral contra la Violencia de Género, de la Ley del ‘Solo Sí es Sí’, de la Ley de Paridad o de la discriminación positiva, pero casi nadie conoce con un mínimo de profundidad el contenido de esas leyes y su justificación; y aun menos los jóvenes. Eso hace que los youtubers neomachistas, que se lucran explotando esta temática, logren fácilmente convencerles de que las políticas de igualdad son una ‘conspiración feminista’ contra los varones.
P. ¿Qué es lo que se puede hacer desde las aulas para asentar las bases de una educación igualitaria? ¿Y desde cuándo?
R. Al menos desde Secundaria debería explicarse con una asignatura específica, y de modo transversal, qué comportamientos se consideran machistas; dar mayor visibilidad a los referentes femeninos en los diferentes campos del saber; ayudarles a cuestionar los roles de género y el modo en que nos restan igualdad y libertad; mostrar a los varones los costes emocionales que ha supuesto para nosotros el patriarcado y la existencia de otros modelos de masculinidad; enseñar al alumnado a percibir con mirada crítica la pornografía; contrarrestar con datos contrastados y argumentos los mensajes que reciben por internet; y, sobre todo, inculcarles la cultura del consentimiento sexual. Tampoco estaría de más instarles a crear contenido igualitario en las redes sociales ya que eso les motiva y empodera.
P. ¿Cuál es el papel de los docentes en todo ello? ¿Y el de las familias?
R. Si tenemos en cuenta que las redes sociales son el principal vehículo de ‘contagio’ de la ideología machista en la actualidad, los docentes tenemos que conocer el tipo de argumentos, memes, falacias, youtubers, etc., que frecuentan nuestros estudiantes. Y crear un clima de confianza donde se analice y debata todo este material. Es crucial partir de su mundo, de su experiencia, para que el aprendizaje sea significativo.
En el caso de las familias, su mayor contribución a la igualdad está sobre todo en el ejemplo, pues los jóvenes aprenden los roles masculinos y femeninos imitando lo que ven en casa. También es necesario hacer una labor de vigilancia discreta sobre el tipo de páginas que sus hijos visitan, no tanto con un ánimo censor sino desde la cercanía y la franqueza.
- Mayorga Tarriño, Feliciano (Autor)