“Cristian, ¿hoy qué vamos a hacer? Esa pregunta, como docente, genera adicción”. Así de contundente responde Cristian Olivé, docente de Lengua y Literatura, cuando se le pregunta por la reacción de sus estudiantes a los contenidos que plantea en el aula. Y es que es capaz de analizar el amor tóxico a través de las canciones de Rosalía o profundizar en los mensajes de las pancartas del 8M para introducir el debate de la desigualdad con el alumnado.
En su nuevo libro, ‘Profes rebeldes. El reto de educar a partir de la realidad de los jóvenes’, Olivé muestra la importancia de educar a través de las propias vivencias de los estudiantes, además de plantear cuáles son los retos a los que se enfrenta el profesorado en la actualidad y también en la educación que vendrá.
Pregunta: ¿Hay razones para ser rebeldes en la educación actual?
Respuesta: Hay razones para ser rebeldes porque nuestros alumnos lo merecen. Como docentes, nos encontramos con contenidos curriculares que se alejan de los intereses de los estudiantes y de lo que de verdad les va a servir en el futuro. Las instituciones no siempre están a la altura y, por ello, los que estamos a pie de aula debemos dar respuesta a aquello que necesitan nuestros alumnos. Defiendo una actitud activa por parte de los docentes para situar al alumno en el centro de su propio aprendizaje.
Se trata de saber seleccionar aquello que en realidad importa y potenciar lo que no está previsto en la programación pero que en realidad es esencial para el alumnado. Mi objetivo como profesor de Lengua y Literatura no es que todos acaben siendo filólogos. Mi intención, de hecho, es utilizar la lengua y la literatura para que mis alumnos se conozcan mejor, se descubran a sí mismos y acaben siendo ciudadanos responsables, tolerantes y felices. Para mí, eso es ser un profe rebelde.
P: En sus clases de Lengua y Literatura incluye canciones de Rosalía, series como Juegos de Tronos y hasta el contenido de las pancartas de la última manifestación el 8M, ¿cuándo empezó a introducir ese tipo de contenido en el aula? ¿por qué?
R: Siempre he intentado que mi materia vaya más allá de los contenidos más básicos. De hecho, actividades como el análisis de las canciones de Rosalía, que critican el amor tóxico, o de las pancartas del 8M, que evidencian la situación de desigualdad de la mujer en la sociedad actual, me permiten trabajar aspectos de lengua, literatura, pero también valores. No debemos reservar este último aspecto sólo para talleres o sesiones de Tutoría: tienen que estar presentes en cada momento y en todas las disciplinas para que nuestros alumnos crezcan como personas críticas y tolerantes.
P: ¿Qué objetivos persigue?
R: Siempre que planteo una actividad en clase, me pregunto qué pueden obtener mis alumnos al realizarla. ¿Les va a servir para descubrir un talento oculto que ni se habían planteado? ¿Para desarrollar un aspecto crítico sobre un tema que no se habían cuestionado? ¿O para entender mi materia de un modo más vivencial y auténtico? Cuando la respuesta a todas estas preguntas es afirmativa, me lanzo a la piscina y propongo la actividad en clase. En muchas ocasiones, los objetivos que me había marcado desde un inicio se amplían en el transcurso de la actividad a partir de las sugerencias de los alumnos. Cuando eso ocurre y el ejercicio se engrandece con las propuestas de los propios estudiantes no puedo sentirme más satisfecho. ¡Acabo aprendiendo de ellos más de lo que esperaba que aprendieran de mí!
“Cristian, ¿hoy qué vamos a hacer? Esa pregunta, como docente, genera adicción”
P: ¿Cómo responden los alumnos ante estos contenidos? ¿y las familias?
R: Me hace mucha gracia porque los alumnos al principio se sorprenden ya que no se habían planteado que podrían aprender tanto con intereses de su día a día. Tras la sorpresa, llega la emoción. Suelen recordar aquellas actividades que les han hecho vibrar. Después, llegan las ganas de más. “Cristian, ¿hoy qué vamos a hacer?” Esa pregunta, como docente, genera adicción. Al utilizar algún elemento de su entorno, les estoy lanzando un mensaje muy claro: no juzgo lo que les gusta, sino que les demuestro que lo que hacemos en clase tiene una aplicación en la realidad. Aprenden de forma sincera. Por otra parte, las familias se muestran muy agradecidas porque entienden que esta metodología es para extraer el máximo potencial de sus hijos.
P: En su libro expone algunos de los retos a los que se enfrenta la educación, ¿qué papel tienen en ellos los estudiantes? ¿y los docentes y familias?
R: Los retos a los que se enfrenta la educación son los mismos retos que plantea el siglo XXI. Siempre hablo de una educación actual para dar respuestas a los problemas actuales. El mundo digital debe estar presente en el aula. Los docentes, como educadores que somos, debemos educar en el uso saludable de las redes sociales. Siempre digo que mirar hacia otro lado con el tema de los teléfonos móviles es dejar fuera también los conflictos que surgen del mundo digital. También es importante que desarrollen el espíritu crítico con el entorno natural y social. Para que sean ciudadanos libres, primero tenemos que enseñarles a ser tolerantes. Las familias, por su parte, deben caminar junto a los profesores. Cuando escuela y familia van de la mano, todo se vuelve más satisfactorio porque los alumnos ven que existe una comunicación plena.
“La sociedad no para de evolucionar y, por tanto, la escuela tiene que avanzar al mismo ritmo”
P: Además de ser un profe rebelde, en su libro reivindica la educación valiente, ¿qué significa eso?
R: Como decía antes, ser rebelde implica saber seleccionar lo que de verdad va a servir a nuestros alumnos. En Secundaria, los docentes somos especialistas de una disciplina y creo que es bastante valiente asumir que no todo lo que tiene que ver con nuestro ámbito lo tienen que saber nuestros alumnos. Para mí, es valiente saber dejar de lado algunos aspectos del currículum para potenciar aquellos que no están y que afectan al crecimiento personal y al autoconocimiento del alumno.
P: ¿Qué le sugieren las siguientes palabras? Rebeldía, escuela y vocación
R: La palabra rebeldía es una convicción; no una actitud. Ser un profe rebelde significa situar al alumno en el lugar que se merece, que es el centro. La palabra escuela me hace pensar en la sociedad. La escuela debe ser el reflejo de la sociedad; la sociedad no para de evolucionar y, por tanto, la escuela tiene que avanzar al mismo ritmo. Y la vocación es una palabra divinizada que no resume lo más importante: se puede ser profe por vocación, pero también conozco a colegas que no se habían planteado que acabarían dando clases y, sin embargo, son unos profesionales de los pies a la cabeza. Ser profesor es una filosofía de vida y, cuando uno ama lo que hace, se contagia esa pasión.
- Olivé, Cristian (Autor)