Desde que las redes sociales irrumpieron en la sociedad, estar continuamente conectado se ha convertido en la tónica general en la vida de muchas personas: stories de Instagram en los que se muestra el día a día; post con las fotos del último viaje; tuits sobre lo que se hizo ayer; TikToks imitando el último baile de moda… Una exposición continua que tiene repercusiones directas en la salud mental. Es lo que se conoce como el síndrome FoMo, cuyo nombre procede del acrónimo inglés ‘Fear of Missing Out’ (miedo a perderse algo, en su traducción al castellano) y que está estrechamente relacionado con esta ‘super conexión’; una patología psicológica descrita como “una aprehensión generalizada de que otros podrían estar teniendo experiencias gratificantes de las cuales uno está ausente”. En otras palabras, hace referencia a una especie de ansiedad social provocada por el miedo a perderse un plan interesante que puede derivar en problemas más graves como la depresión.

No es un fenómeno nuevo: aunque esta patología ha adquirido más protagonismo en los últimos años, su origen se encuentra en la década de los 90. “A punto de entrar al siglo XXI, las personas buscaban un mundo más experiencial, de forma que la intención era estar siempre haciendo algo. Sin embargo, a lo largo de los años, tras el asentamiento de las nuevas tecnologías, servicios de comunicación y redes sociales, el concepto se ha ido adaptando mucho más a este nuevo escenario”, explicaba Fernando Checa, experto en redes sociales y Marketing Online de la Universidad Internacional de La Rioja, en un artículo para la Vanguardia. 

Los adolescentes, los más afectados por FoMo

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Y los adolescentes son los más propensos a sufrirla. De hecho, estudios recientes han llegado a la conclusión de que la adolescencia es la etapa en la que se producen más casos de FoMo debido, precisamente, al uso abusivo que hacen de las redes sociales. Para ellos, se han convertido en una vía para ganar popularidad y conseguir nuevas interacciones sociales; a nivel psicológico, según señala el psicoanalista José Ramón Ubieto, su uso les aporta un sentimiento de pertenencia a la comunidad virtual con la que interactúan, ya que son una realidad complementaria (y no un universo paralelo) en la que pasan mucho tiempo. De hecho, 4 de cada 10 adolescentes se conecta para evitar sentirse solo: lo hacen buscando relaciones, amistad, comunicarse con sus amigos o divertirse. Muchos incluso piensan que las redes sociales les ayudan a ser más felices o populares, y un 27’8% cree que a través de ellas es más fácil ser aceptados por los demás, según el informe ‘Impacto de la Tecnología en la Adolescencia. Relaciones, Riesgos y Oportunidades’ publicado por UNICEF. 

Además, hay que tener en cuenta que la adolescencia es un momento vital complicado en el que los menores son más vulnerables emocionalmente y en el que muchos intentan buscar su lugar. “El sentimiento de pertenencia es muy importante durante las etapas del desarrollo en la adolescencia y primera juventud, pero si no se trabaja adecuadamente, es posible que algunos de ellos acaben desarrollando este trastorno”, advierte la neuropsicóloga Claudia Pradas. 

Fomo

El problema surge cuando creen que si no interactúan con los demás, comparten en sus perfiles todo lo que pasa en su día a día o asisten al mayor número posible de planes, se están quedando al margen. Y este es el momento en el que la ansiedad provocada por el FoMo comienza a aflorar. “Este exceso de información puede llevarnos a la percepción de que otros están teniendo mejores experiencias que nosotros, pudiendo llegar a perder el contacto con la realidad y dejando que la imaginación juegue un papel determinante a la hora de interpretar lo que vemos por estos medios”, explican desde psicologíaymente. 

Baja autoestima, sensación de soledad y frustración vital

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De hecho, la soledad, el temor a quedar aislado del grupo o la pérdida del ‘estatus’ social son algunas de las cuestiones que muchos expertos achacan a la necesidad compulsiva de tener una vida social plagada de planes; actitudes principalmente relacionadas con personas que presentan una baja autoestima, un nivel bajo de satisfacción vital o una tendencia a mantener relaciones de dependencia emocional y social, tanto en lo referente al terreno amoroso como con las amistades. “El síntoma principal del FoMo es el miedo (y muchas veces la ansiedad va de la mano con dicho miedo). Además, nos podemos encontrar con pensamientos rumiativos (circulares), empeoramiento de la autoestima, dependencia de las redes sociales…”, explica Pradas. 

Fomo

Otro punto a destacar es que ese ‘miedo’ a perderse ‘algo’ se acentúa especialmente cuando proviene del entorno cercano: “Suele pasar en momentos donde amistades, parejas o familiares deciden hacer algún tipo de actividad y tú, por algún motivo, no puedes hacerlo. A veces, realmente no te apetece estar ahí, pero por miedo a perderte dicha interacción o momento, incluso por miedo a que la gente se olvide de ti, vas”, afirma la neuropsicóloga. Un ejemplo muy ilustrativo de lo que es el FoMo podría ser cuando una persona decide pasar una noche del fin de semana viendo una película en su casa. Al despertar, mira el contenido que han subido sus amigos a redes sociales y comienza a surgir la sensación de ansiedad y arrepentimiento al no haber salido, incluso aunque no tuviera ganas de hacerlo. 

Sin embargo, la mayoría de cosas que muestran las redes no se corresponden del todo con la realidad, pues siempre se busca el mejor encuadre para una foto o el momento idóneo en el que grabar un vídeo. Para los expertos, el problema está en que los espectadores no conocen el contexto real en el que se ha creado ese contenido. Y uno de los principales efectos de ello es la ‘comparación social negativa’, que hace que los usuarios se valoren según su atractivo, riqueza y éxito respecto a los otros. "En el mundo irreal de Instagram, un físico atractivo y una vida social muy activa se presenta a menudo como la única puerta de entrada hacia el éxito y la aceptación social. Este mensaje puede resultar doloroso, excluyente y distorsionador para aquellos que no se sienten a gusto con su realidad", detalla Ferran Lalueza, profesor e investigador de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

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Lucía García López

Periodista, redactora y feminista. Me gusta el cine, la música, el arte y la política. Aprendiendo día a día. Convencida de que la cultura es la mejor arma de transformación