Cuando los menores realizan actividades relacionadas con la jardinería hacen mucho más que cuidar plantas: también aprenden a asumir responsabilidades de cuidado, aumentan su creatividad, fomentan la paciencia, desarrollan habilidades motoras y conectan con la naturaleza. Proponemos nueve ideas sencillas para hacer en familia.
Plantar semillas
En un recipiente se echa una capa gruesa de sustrato para luego hacer surcos con el rastrillo en los que poner las semillas que previamente se hayan seleccionado. Para recordar qué se plantó en cada espacio o maceta, los menores pueden crear unos cartelitos hechos de cartón o madera en los que incluyan el nombre de la fruta u hortaliza y colocarlos en su lugar correspondiente.
Construir una casita de pájaro
Los pájaros son aliados naturales en el control de plagas, ya que se alimentan de insectos dañinos para las plantas como orugas, mosquitos y otros insectos. Para atraerlos, muchas personas construyen casitas en las que introducen comida. Con materiales reciclados como un brick de leche es posible hacerlas en casa; basta con enjuagar bien el envase, recortar un agujero para que entren y decorar la casita al gusto.
Quitar las malas hierbas
Hay plantas que crecen en lugares no deseados y que pueden competir con las plantas cultivadas por recursos como agua, luz y nutrientes. Quitaras es necesario para cualquier huerto ya que, además del impacto estético, las malas hierbas pueden crecer rápidamente y abarrotar el jardín, dificultando el acceso para el riego, la cosecha o el mantenimiento.
Recolectar frutos
Esta actividad puede desarrollarse tanto en jardines domésticos como en huertos y bosques. Se trata de recoger lo sembrado, bien sea frutas, verduras, hierbas o flores; una actividad con la que los menores aprenden sobre cómo crecen y maduran las plantas, lo que les ayuda a su vez a entender el ciclo de vida natural. Además, hay que saber el punto exacto de maduración de cada alimento y cuándo está listo para ser cogido.
Sembrar legumbres en algodón
Es una de las actividades clásicas relacionadas con la jardinería que suelen proponerse en los centros educativos. Para llevarla a cabo se necesitan un recipiente transparente (para observar cómo va creciendo), algodón, la legumbre elegida y agua. Con riego diario y situado en un lugar soleado, como una ventana, en unas semanas se observará cómo van brotando pequeños tallos.
Arreglos florales
Los arreglos florales son composiciones estéticas que se forman uniendo diferentes tipos de flores. Hay muchas opciones para hacerlos en familia como, por ejemplo, introduciendo flores silvestres en un tarro, coronas florales o un cuadro con flores secas.
Trasplantar una planta
Una actividad que enseña sobre el cuidado de las plantas y la importancia de trasladarlas a un nuevo hogar cuando crecen demasiado en su maceta es hacer un trasplante. Para ello, hay que reunir todo lo necesario: una maceta más grande, tierra fresca, agua y herramientas de jardinería que puedan utilizar los menores.
Minihuerto urbano
Con este kit se puede sembrar perejil, albahaca y eneldo. Contiene también macetas biodegradables, sustrato especial para plantar semillas, letreros de PVC para marcar en cada maceta el tipo sembrado y un mini lápiz. Está dirigido a principiantes que deseen cultivar sus primeras plantas y lo primero que hay que hacer con él es cubrir las macetas con sustrato, añadir las semillas y regar con abundante agua. Después, se colocan en un lugar soleado y cálido y se espera a que vayan creciendo, regándolas cuidadosamente para que no haya excesos de agua.
Abono casero
Estiércol, piel de plátano, posos de café, cáscaras de huevo, césped, cenizas de chimenea, vinagre… Todos estos productos orgánicos son útiles para hacer abono casero de forma ecológica, y aportar así nutrientes a las plantas. Para su elaboración hay que hacer varios agujeros a la superficie de un recipiente y añadirle un poco de tierra. Posteriormente, se introducen algunos de los desechos orgánicos citados anteriormente y otro poco de tierra. Sólo queda taparlo e ir removiéndolo cada dos semanas hasta que todo se descomponga y esté listo para ser utilizado cuando se convierta en abono; suele tardar de dos a cinco meses.