“¿Dónde estás que no estás compartiendo recursos de todo lo que supuestamente sabes sobre la integración de herramientas digitales en los procesos de enseñanza-aprendizaje? ¿Dónde está tu aportación, ahora que tanto se necesita? Pensaba que harías lo correcto y serías solidaria con los docentes”. Eso es lo que mi conciencia pedagógica me dice una y otra vez estos días de confinamiento, repitiéndolo como un mantra.

Resulta que hemos pasado de la resistencia y el rechazo general al uso de las tecnologías digitales en la educación a una educación ‘online’ forzosa para todo el sistema: desde Infantil hasta la etapa universitaria. Esta situación ha supuesto una avalancha de solidaridad docente online: en las redes sociales, cada miembro está aportando su granito de arena y el todo es enorme. Quizá demasiado... Videotutoriales, decálogos de decálogos, herramientas y más herramientas, artículos de personas defendiendo: “¿ves? ya lo decía yo”...

Cambio radical

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Amaia Arroyo Sagasta Docente Online

Este cambio de modalidad es realmente abrumador. Lo es para las profesionales que ya estábamos familiarizadas con la tecnología educativa, así que no quiero pensar qué está suponiendo para el colectivo resistente. Sin embargo, desde mi punto de vista, el llamamiento no debería ir en clave tecnológica puramente instrumental. Y es que, en este momento tsunami de docencia online, estoy totalmente de acuerdo con Fernando Trujillo: debemos retomar el sentido común pedagógico y centrar nuestros esfuerzos en el cuidado. ¿De quién? Rosa Ortega, a partir de un tuit del mismo autor, plantea preguntas interesantes sobre el estado emocional del alumnado y las familias, los recursos de los que disponen según la situación socio-económica de las familias… Todas cuestiones indispensables, por supuesto, que están explicitando posibles medidas de cara a la vuelta a las clases, tales como el aprobado general y la promoción automática de curso.

Asimismo, subraya la necesidad de pensar en el profesorado: ¿cómo nos estamos coordinando? ¿Disponemos de los recursos necesarios? ¿Cómo nos sentimos y cómo afrontamos todo esto? Las preguntas relacionadas con nuestro cuidado también deberían ser vitales, porque somos el pilar que mantiene el sistema (online) este momento. Otra pregunta interesante es sobre cuál es o debería ser nuestra prioridad como docente online, en este momento.

Linda Castañeda explica claramente que, después de una fase de supervivencia (instrumental, subrayaría), es momento de que emerjan asuntos más relacionados con el aprendizaje de nuestro alumnado. Esto, traducido al quehacer docente, nos sitúa ante una coyuntura que no priorice largas listas de tareas, sino las competencias de nuestro alumnado para afrontar el aprendizaje y la motivación para que este emerja, sea cual sea la situación.

Algunas recomendaciones

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Sin dejar todo eso de lado, desde la humildad, me gustaría lanzar un mensaje de apoyo a toda la comunidad docente. Traduzco ese apoyo en pequeños consejos que espero sean útiles:

  1. Prioricemos: aunque tengamos la presión de los contenidos, no podemos caer en la banalidad. En este momento, nuestro alumnado, el bienestar común, la conciencia de solidaridad… son elementos que van a alimentar el aprendizaje. Más que muchos de los contenidos propuestos en el currículum.
  2. Actuemos en equipo: aunque no depende solo de nosotras, es importante la unión. Los estudiantes no necesitan una larga lista de tareas, sino directrices para aprender de esta situación.
  3. Conquistemos los entornos virtuales: quizá nunca nos haya ‘tocado’ ejercer como docente online; pero, simplemente, deberíamos entenderlo como un espacio más al servicio de nuestras decisiones pedagógicas, sin perdernos en el cacharreo.
  4. Compensemos: sabemos que no todos tienen acceso a la red o los dispositivos. Hablemos con nuestro centro para poder ofrecer alternativas viables.
  5. Respiremos: esta situación es complicada (y compleja). Estamos dando todo lo que podemos, pero no podemos morir en el intento.

Como docente, siento mi responsabilidad en este momento y la asumo; pero no soy solo docente; soy hija, hermana, pareja, madre... persona. No deberíamos olvidarnos de nosotras mismas. Deberíamos cuidarnos; porque, si no, tampoco podremos ser docentes… Nuestro alumnado y el  #claustrovirtual nos necesita, sin ninguna duda; pero nuestros seres queridos también. No los olvidemos en estos momentos tan duros para todas. Que no se me malinterprete: sigo defendiendo que debemos estar al pie del cañón; solo intento que el mundo entienda que el profesorado es también persona.

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