Tras un curso marcado por la implantación total de la LOMLOE a nivel curricular, es momento de hacer balance para conocer sus resultados. La mayor autonomía del profesorado, una evaluación formativa basada en la adquisición de competencias, así como la creación de situaciones de aprendizaje relevantes para el alumnado, se contraponen a los enunciados inabarcables, la falta de medios y una posible descoordinación entre las administraciones. En esta coyuntura se pone sobre la mesa, además, el papel que deben jugar las tecnologías en clase.
Criterios de evaluación libres de la LOMLOE
El paso de la LOMCE a la LOMLOE viene acompañado de un amplio margen para ajustar las programaciones. Los estándares de aprendizaje evaluables, referentes que en muchos casos podían componer las preguntas de un examen, han dado paso a una interpretación libre de la relación entre los criterios de evaluación y los saberes básicos. Es decir, que si antes los estudiantes ‘debían saber X y expresarlo de tal forma’ ahora nos encontramos con enunciados generales que permiten la adaptación a cualquier contexto y circunstancia. Si bien el profesorado tiene libertad para establecer unos indicadores que respondan a los objetivos de aprendizaje de su alumnado, su puesta en práctica presenta bastantes dificultades.
Elementos curriculares ambiguos
En las distintas normativas, desde los reales decretos de enseñanzas mínimas a los decretos y órdenes que desarrollan los currículos autonómicos, encontramos elementos curriculares ambiguos entre los que se producen redundancias e incoherencias. Un ejemplo son estos dos enunciados de la asignatura de Física y Química con criterios de evaluación similares pero que derivan de dos competencias específicas distintas:
– “Reconocer y describir en el entorno inmediato situaciones problemáticas reales de índole científica y emprender iniciativas en las que la ciencia, y en particular la física y la química, pueden contribuir a su solución, analizando críticamente su impacto en la sociedad”.
– “Detectar en el entorno las necesidades tecnológicas, ambientales, económicas y sociales más importantes que demanda la sociedad, entendiendo la capacidad de la ciencia para darles solución sostenible a través de la implicación de todos los ciudadanos”.
Ahora prestemos atención a este otro:
- “Identificar, comprender y explicar los fenómenos fisicoquímicos cotidianos más relevantes, a partir de los principios, teorías y leyes científicas adecuadas, expresándolos, de manera argumentada, utilizando diversidad de soportes y medios de comunicación”.
El conocimiento científico se resume en una sola idea: cómo las Leyes de Newton explican el movimiento, la Ley de Ohm describe la corriente que atraviesa un circuito o cómo la Teoría de colisiones muestra cambios en la materia a nivel microscópico. En ambos casos encontramos, por un lado, fenómenos suficientemente diferentes que han sido agrupados en un solo criterio y, por otro, aprendizajes similares ‘artificialmente’ separados en dos. Así, no es de extrañar que contemos con cinco criterios relacionados con los aprendizajes específicos de la asignatura (Física y Química, en este caso) y otros 10 para aprendizajes que podrían tratarse desde el ámbito científico en su conjunto. Esta situación da lugar a que en nuestras programaciones predominen aprendizajes antes considerados como transversales (buscar información, cooperar, elaborar materiales, detectar necesidades, etc.) con el correspondiente peso en la evaluación y la consiguiente desorientación del profesorado.
De esta manera, aquellos aprendizajes que debían formar parte de la autonomía de los centros han terminado dominados por las competencias; un escenario que ha encontrado la oposición de una parte importante de los agentes implicados, llegando a darse situaciones en las que son las propias consejerías las que recomiendan ponderar unos aprendizajes sobre otros. La consecuencia es la desvirtuación del marco de las relaciones competenciales y, por tanto, del perfil de salida.
Tecnologías en el aula
Por otro lado y gracias a las situaciones de aprendizaje, el alumnado es partícipe de las aplicaciones que se derivan de sus conocimientos para utilizarlos en la resolución de problemas reales. Y aquí es donde las nuevas tecnologías podrían jugar un papel fundamental: la búsqueda y selección de información, la visualización de contenidos de divulgación, la edición de contenidos digitales, la interacción responsable entre iguales o el empleo de sensores en la medición de magnitudes ofrecen oportunidades únicas de aprendizaje en cualquier materia.
La competencia digital implica en este sentido el uso seguro, saludable, sostenible, crítico y responsable de las tecnologías digitales para el aprendizaje, pero también para la participación en la sociedad (Perfil de salida dixit). Sin embargo, la utilización del móvil en clase está regulado por la documentación de cada centro y restringido a fines pedagógicos, previa autorización del profesorado. Por eso es necesario definir muy bien los momentos y espacios de uso, y concienciar para que se actúe de forma responsable. Pero nunca negar la existencia de una oportunidad – ni de una dificultad – y mirar hacia otro lado por la vía de la prohibición normativa. No al menos en una educación pública que debe abogar por una sociedad mejor.
En conclusión: ¿que todo lo que no sea digitalización complica la aplicación de las competencias procedimentales? Perdón por el lenguaje obsoleto, pero es que al fin y al cabo, todo lo que se menciona como competencias transversales son procedimientos. Y ¿de verdad eso no es posible sin las NNTT? En mi opinión, lo que está limitado son los recursos para potenciar esos aprendizajes procedimentales. Es obvio que la educación digital juega en esto un insoslayable papel y una ayuda sin par que antes no existía. No niego la realidad. Pero en los recursos de este tipo proliferan aplicaciones tan absurdas como elaborar un barquito de papel digital. Me parece una locura, esto. Hablo desde la experiencia de haber explorado miles de páginas, no unas pocas. A ver si va a ser lo mismo que l@s niñ@s hagan un barquito con papel de verdad, con todo el desarrollo relativo a psicomotricidad fina, orientación espacial, atención…. Se me ocurren muchas «competencias».
No se me malinterprete, estoy de acuerdo en que el profesorado debe ser más consciente que antaño de los aprendizajes que son capaces de generar en su intervención. Pero, personalmente, creo que compartimentalizar el saber en exceso (y ahí sí podemos tener un punto de acuerdo) es absurdo.
Sin embargo, desde mi punto de vista las experiencias hay que procurarlas de modo más amplio y espontáneo, y creo firmemente que salir del aula y abandonar las pantallas son una necesidad imperiosa que tiene la chavalería en educación. Y, dentro del aula, enfrentarse algo más con los saberes académicos en toda su vastedad, sin marearse, que para eso está la orientación del profesorado. Más atención, más calma, más tiempo para aprender; más disfrutar del proceso y tomar conciencia del propio aprendizaje y menos «a ver quién tarda menos en averiguar en internet» . Más enciclopedias de papel para desarrollar la búsqueda consciente y no «mágica»
Por otra parte, creo que las leyes, después de la LOGSE, han ido adquiriendo cada vez más demagogia en sus principios, ya que el currículum (y esto es real, no una opinión) está conformado con un perfil de objetivos operativos. Estos son los que se usaban en los 50 para la producción masiva en la industria y para medir el rendimiento de l@s trabajador@s. Con este dato, creo que ya se pueden sacar conclusiones de la intencionalidad de las leyes educativas.
Más palabrería, más demagogia, más burocracia para complicar la labor educativa. Ni siquiera los/as inspectores lo tienen claro. Tan pronto la digitalización es la panacea como hay que eliminar móviles y pantallas del aula, ora la labor del profesor es indispensable, ora el alumno debe ser autosuficiente. Les pedimos que tengan una visión global e integradora del mundo y la sociedad que les rodea sin darle importancia a los detalles y las bases que hacen que las cosas y el mundo sean como son. La LOMLOE, como las anteriores son leyes educativas pensadas por políticos para dejar su impronta más que para favorecer la educación de nuestra juventud. Es una ley, otra más, que lejos de engrasar la máquina educativa, vuelve a ponerle palos en las ruedas