Dialogar cara a cara, reuniones coordinadas por los estudiantes y convertir las críticas en propuestas. Estas son algunas de las claves que la docente de Primaria María Vicente propone para que las familias apoyen la labor del profesorado.
Hoy en día los equipos docentes nos encontramos sin el respaldo de las familias. Esto es debido a que nuestras decisiones son cuestionadas e, incluso, obviadas lo que dificulta nuestra tarea diaria cuando la relación con ellas no es fructífera. Hace años esto no ocurría, pero factores como la sobreprotección hacia el alumnado por parte de los progenitores ha hecho que esta situación empeore con el paso de los cursos. El equipo docente se queda solo ante la impotencia de ver una realidad que sólo nosotros vemos y que imposibilita el objetivo de sacar el máximo rendimiento de los estudiantes. La utilización de estas 11 dinámicas creativas es de ayuda para mejorar la situación.
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La comunicación personal es clave. Muchas veces recibimos correos electrónicos cargados de contenido incendiario y, sin embargo, en las tutorías los temas se abordan de una forma más pacífica y sin altercados. Es importante advertir a las familias que los correos son un medio de comunicación que nos ayuda a notificar cuestiones.
Es esencial escuchar a las familias y tener en cuenta otro punto de vista diferente. Para ello, deben presentar sus quejas como críticas constructivas y hacerlo desde el respeto y la cordialidad.
Desde el inicio del curso se tienen que estrechar los lazos. Cuando nos conocemos fuera de nuestro contexto educativo existe la posibilidad de tratarnos como personas. Las jornadas de convivencia son un buen ejemplo de ello.
Llevar a cabo este tipo de reuniones garantiza muchos beneficios: dar al alumnado la responsabilidad de llevar a cabo una reunión, mejorar sus habilidades comunicativas y convertirse en protagonistas objetivos de la reunión.
Se sugiere que sean las familias quienes fortalezcan la unión entre ambas partes, pero sin que tenga que ser a través del AMPA.
Hacerles partícipes de la comunidad educativa para que la relación con la escuela fluya de mejor manera. Es posible hacerlo a través de muchos ejemplos: lectura de cuentos, que los abuelos expliquen en qué consisten algunos juegos tradicionales o implicando a otros familiares en las exposiciones de los trabajos.
Muchas veces comunicamos aspectos que no son agradables. Debemos ponernos en su lugar y transmitir lo que queremos decir de una forma muy asertiva y empática.
Es necesario que cada educador sepa dónde están sus límites y cuándo es necesario pedir ayuda. Esto es trasladable a las familias, que también deben conocer dónde se encuentran esos márgenes con el equipo educativo y tener en mente que somos trabajadores sin dedicación ni plena ni absoluta a la labor.
Muchas propuestas que el equipo educativo plantea son rechazadas debido a su origen. Se ha de buscar el bien común del grupo ya que vivimos en comunidad y lo que directamente no beneficia a un estudiante lo hará indirectamente.
Al comienzo del curso y en la reunión grupal, es recomendable trazar un plan común con los objetivos que queremos alcanzar así como las formas de lograrlo. De esta forma, las familias serán partícipes del proceso enseñanza-aprendizaje y no podrán negar que los procedimientos son los correctos.
Durante el transcurso de un curso pueden ocurrir muchas cosas y la convivencia no siempre es sencilla. Debemos ser pacientes y adaptarnos a cada momento, a las familias que están pasando por malos momentos, las que no saben manejar las circunstancias que las rodea, etc.
Los docentes sabemos que cuando tenemos una relación sana con las familias, quienes primero se benefician son los estudiantes, de ahí que haya que hacer un esfuerzo por mejorar la convivencia. Algunas estarán predispuestas a criticar todo lo relacionado con la educación escolar pero otras nos tenderán la mano.
A veces no se puede lograr esas reuniones por falta de tiempo del maestro como de los padres de familia.