En Harvard estudian desde 1938 los factores decisivos para el éxito personal y, tras años de investigación, la conclusión es que el elemento crucial del éxito es la calidad de las relaciones interpersonales para una vida feliz y saludable. Además, esto ocurre con independencia de su situación inicial de salud biológica, recursos económicos, situación laboral, et­c. Por tanto, podemos afirmar que una educación que no se centre en la complejidad de las relaciones humanas está fuera de lugar. 

Educar para la vida requiere educar para todo tipo de complejidad. En este sentido, se abre la cuestión de si hay que educar (o no) ‘en’ la complejidad para que sea una educación ‘para’ la complejidad.

Simple, complicado y complejo

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Somos las personas quienes hacemos que este mundo no solo sea complicado, sino complejo. Para explicar este juego de palabras necesito explicar tres términos: simple, complicado y complejo. 

Una cosa es simple cuando se identifica con una sola característica. Por ejemplo, el rojo es algo simple, pues hay una característica y claramente identificable. ‘Silla roja’ sigue siendo simple, aunque con dos características identificables. Sin embargo, ‘complicado’ hace referencia a muchos objetos con muchas características. Pensad, por ejemplo, en esos vídeos de circuitos creados con muchos objetos que con un solo movimiento comienza una cadena de causa-efecto. Lo complicado será laborioso, pero no tiene por qué ser complejo. La complejidad la introduce la persona porque conlleva un mundo de intenciones, relaciones y finalidades.

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Algunos quieren educar para la complejidad trabajando lo simple y lo complicado, pero es un error, pues aprenden a conocer la realidad al margen de la persona y luego no saben como ‘meter’ a la persona si no es moralizando. La única forma de educar ‘para’ la complejidad es educando ‘en’ la complejidad. Es decir, metiendo a la persona en todo momento educativo.

La complejidad no se conoce por partes. Lo complicado sí. Por partes se pueden conocer los mecanismos, pero la vida no es un mecanismo como tal, y exige ser atendida desde la complejidad. Si no lo hacemos así estudiaremos otra cosa, pero no la vida.

Pero ¿educamos para eso? En educación se confunde complejidad con complicado. Más o menos hay una sensibilidad compartida en educación de que en las distintas asignaturas se haga de forma interrelacionada. Así lo intentan cuando se propone educar por problemas o por proyectos u otras metodologías. Digo que existe una sensibilidad pues resulta difícil decir qué es lo que se está haciendo. Pero eso, aún en el caso de que se consiga, será atender lo complicado, pero no lo complejo.

Ir más allá de lo ‘complicado’

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Atender lo complejo es atender a la persona. Si la educación se ve como una cuestión técnica para la adquisición de capacidades y luego relacionarlas entre ellas, no se alcanza y nos quedamos en lo complicado. Como consecuencia, esos niños estarán débilmente preparados para tratar con lo complejo en la vida ordinaria.

Propongo educar en lo complejo en todo momento. Que un niño conozca las partes de una hoja es algo simple mientras que conocer el bosque es complicado, pero no tiene por qué ser complejo. Estudiar qué significa y puede ser esa hoja en la vida de las personas es sencillo y complejo. Estudiar lo que es, fue y puede ser el bosque en la vida de las personas es complicado y complejo. Si no metemos a la persona en el estudio de lo básico no aparecerá en el estudio de lo complicado.

Problemas de una educación centrada en competencias

Hoy se enseña a los niños el mundo ya domesticado e impersonal, es decir, separado de la persona y reduciendo la realidad a sus características. Y, como consecuencia, hay alumnos que no saben conectar educación con la vida. Eso ocurre porque en la actualidad tenemos una educación centrada en las competencias. Esto no se arregla conectando las competencias con la vida, sino haciendo que la adquisición de la competencia sea una experiencia de crecimiento personal. Si conocer la hoja es una experiencia de que el niño se conozca a sí mismo y mejoren sus relaciones con los demás, estudiar la hoja es complejo. Luego se podrá aumentar la complejidad y el estudio del bosque servirá para conocernos y hacer un mundo más humano.

Si la adquisición de la competencia no es una experiencia de crecimiento personal, el ejercicio profesional de la competencia no será para hacer un mundo mejor.

Si queremos educar en un mundo donde quepa la persona tenemos que educar en la complejidad en todos los niveles educativos: desde Infantil a la Universidad y en la Formación Permanente. 

La OCDE habla de una nueva competencia, la global para atender temas más sociales y medioambientales, que pretende superar este límite de quedarse con competencias más técnicas pero, en mi opinión, no se ha dado cuenta aún de que la Educación tiene como objetivo que la persona crezca y no de ir adornándola de más y más competencias. 

En conclusión, se trata de que toda competencia sea una experiencia de mejora de las relaciones personales y no de hacer una competencia más. Es absurdo unas competencias técnicas (matemáticas, …) y otras personales (la global). Al hacer eso le decimos al alumno: “una cosa es saber matemáticas y otra vivir como humano”.

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