“No merezco este reconocimiento”, “todo ha sido por casualidad”, “seguro que en algún momento se dan cuenta de que no se me da bien”. Este tipo de pensamientos se repiten en las cabezas de quienes sufren el síndrome del impostor, un trastorno que se caracteriza por una sensación interna de fraude y la incapacidad de reconocer los éxitos alcanzados. Generalmente se asocia con el ámbito profesional;  de hecho, el estudio ‘Índice de la anatomía del trabajo’, realizado por la empresa de software de gestión Asana, estima que el 62% de los trabajadores de todo el mundo podría padecerlo. Pero no son los únicos, ya que según los expertos, siete de cada diez personas han experimentado en algún momento de su vida este trastorno que puede darse también en el ámbito social y académico y a cualquier edad, especialmente en la adolescencia. 

Cómo afecta a los adolescentes

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Aunque no existe un patrón exacto, el síndrome del impostor se relaciona con una baja autoestima y una percepción personal negativa. En este sentido, y dado que la adolescencia es una etapa de cambios en la que muchos menores se muestran especialmente vulnerables a las opiniones de los demás, existe el riesgo de que acaben alterando la visión que tienen de ellos mismos y padeciendo este trastorno. En estos casos, el síndrome puede influir en su bienestar emocional, ya que tienden a experimentar ansiedad, depresión o miedo al fracaso; también en el académico, al presentar dificultad para concentrarse, estudiar y rendir en los exámenes; y en el ámbito social, llegando a evitar participar en actividades o asumir riesgos por miedo a ser juzgados o no estar a la altura.

Síndrome Del Impostor

¿Cómo reconocer el síndrome del impostor?

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Ante la duda de cómo reconocer el síndrome del impostor en los menores, webs de psicología como De Salud Psicólogos o Psicología y Mente coinciden en algunas señales frecuentes: 

  • No valoran sus logros. A pesar de obtener buenas calificaciones o tener éxito en actividades extracurriculares, le restan importancia a sus logros o los atribuyen a factores externos o la suerte.
  • Comparación social. Se comparan con los demás y se sienten inferiores a ellos, incluso si no existe una base real para estas comparaciones.
  • No aceptan elogios. Como sienten que sus logros son producto de la suerte, no aceptan halagos y pueden llegar a pensar que la gente está siendo compasiva cuando les reconocen los méritos.
  • Autocrítica excesiva. Se centran siempre en sus errores y debilidades, en lugar de destacar sus habilidades y logros.
  • Miedo al fracaso. Están convencidos de que van a fracasar en cualquier actividad o tarea que lleven a cabo, por lo que evitan tomar riesgos o asumir nuevos desafíos por miedo a no estar a la altura. 

Cómo ayudarles a superarlo

En muchas ocasiones, el síndrome del impostor se supera cuando la persona acaba con sus sensaciones de inseguridad y adquiere mayor experiencia en las tareas que desempeña. Aun así, cuando se trata de menores es adecuado tomar algunas medidas para ayudarles a cambiar su percepción de sí mismos y potenciar su autoestima. 

Los expertos insisten en la importancia de mantener una comunicación constante y positiva en la que se validen sus emociones y se les explique que es normal sentirse así en determinadas ocasiones. Además, es aconsejable enfocarse en sus fortalezas, recordarles sus habilidades y animarles a asumir riesgos saliendo de su zona de confort. Al mismo tiempo, los adultos tienen que ayudarles a ver que el fracaso es una parte normal del aprendizaje y el crecimiento. Y en caso de considerarlo necesario, recurrir a ayuda profesional o un terapeuta. 

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