“La Universidad mira más hacia dentro que hacia fuera”

Espacios de Educación Superior es una plataforma que persigue despertar en las personas el deseo de aprender, de ser libres, de construir otro mundo. Su objetivo último es el de crear una comunidad de aprendices con la que compartir las experiencias y las emociones y situar el aprendizaje en el centro de la sociedad. Entrevistamos a su presidente, Alfonso González Hermoso de Mendoza.
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Alfonso González Hermoso De Mendoza

La plataforma Espacios de Educación Superior, creada por un panel de expertos españoles e iberoamericanos en la Enseñanza Superior, comenzó su andadura el pasado mes de abril con el lanzamiento de boletines semanales que ofrecen artículos de interés en el ámbito de la educación superior iberoamericana y con entrevistas a los distintos actores que la conforman. Expertos del mundo de la educación, rectores de universidades públicas y privadas, investigadores, responsables de redes científicas, responsables de comunicación de instituciones educativas, periodistas, empresarios, gestores, politólogos, estudiantes, representantes de asociaciones y líderes en el ámbito de la sostenibilidad empresarial, entre otros, han firmado algunos de los artículos publicados hasta la fecha o han sido entrevistados en algunos de los podcasts difundidos.

Alfonso González Hermoso De Mendoza Universidad

Temáticas tan variadas como la comunicación en la universidad, las posibilidades de la digitalización en los espacios de aprendizaje, los nuevos límites a la libertad universitaria o las fronteras de la ciencia abierta han sido tratados por los expertos invitados por este proyecto, que tiene como objeto la creación de un espacio de reflexión e intercambio respecto a la situación actual y a los retos y oportunidades a los que se enfrentan la educación superior. Alfonso González Hermoso de Mendoza, con una amplia experiencia en el mundo de la educación en sus distintos niveles, es el promotor y presidente de este proyecto que reivindica la condición de aprendiz que todos llevamos dentro. “En la sociedad del aprendizaje en la que vivimos no solo la calidad del empleo depende de nuestra capacidad de aprender, sino también nuestra condición de ciudadano y en último término nuestra dignidad como persona”, afirma. 

P: La expresión ‘sociedad del aprendizaje’ nos acompaña desde al menos los años sesenta. ¿Qué está cambiando ahora para que vuelva a estar de actualidad?

R: Algo muy importante como es que los límites de dónde, cuándo, cómo, con quién e, incluso, qué aprendemos se están diluyendo a la misma velocidad en la que crece la necesidad de aprender y, además, de hacerlo a lo largo de toda la vida. Aprendemos en el instituto o en la universidad, pero también en la empresa y en nuestra vida ordinaria, y en buena parte gracias a la tecnología lo hacemos de manera indiferenciada y constante.

“El cambio social que vivimos está borrando los caminos del aprendizaje por los que transitábamos de manera segura"

Durante décadas el aprendizaje se organizaba de una manera rígida y previsible. Si sabíamos a dónde queríamos llegar, sabíamos el camino que teníamos que seguir. O, en la mayoría de los casos, como no sabíamos a dónde queríamos ir, empezábamos a andar un camino establecido que nos iba ofreciendo las distintas salidas. Igual que el calentamiento global está redefiniendo nuestras costas y arrasando las carreteras, el cambio social que vivimos está borrando los caminos del aprendizaje por los que hace no mucho transitábamos de manera segura. Todos nos tenemos que reinventar como aprendices. Hoy  la única manera de llegar a un destino es aprender a manejar el GPS para poder orientarnos. Decidir el camino a seguir es irrenunciable.

P: ¿Cómo afecta esta realidad a las instituciones educativas?

R: La primera consecuencia es su transformación. Pensemos en la Universidad. Ha tenido un papel consustancial al progreso económico y ético que han experimentado las sociedades occidentales en los dos últimos siglos. Pues bien, si las universidades quieren mantener su relevancia tendrán que derribar sus murallas defensivas, como lo hicieron las ciudades en el siglo XIX con sus murallas medievales, tanto por su inutilidad ante el progreso de la tecnología, en este caso la militar que impulsaba a la artillería, como para poder crecer y acoger a más personas y nuevas actividades. Hablamos de un cambio radical en su relación con la sociedad, en ningún caso de pretender solucionar problemas organizativos internos. Las universidades tendrán que abrirse a nuevas alianzas con nuevas reglas y nuevos actores y, sobre todo, tendrán que vincularse a las necesidades de su entorno.

“Si las universidades quieren mantener su relevancia tendrán que derribar sus murallas defensivas”

P: ¿Cree que las universidades españolas están en condiciones de hacer este cambio?

R: A la luz de la agenda pública actual, no. La Universidad mira más hacia dentro que hacia afuera. Por eso son importantes las iniciativas sociales capaces de promover debates alternativos, como es el proyecto de Espacios de Educación Superior. Como sociedades democráticas necesitamos a las universidades. En buena medida tenemos unida nuestra suerte a la suya. Las universidades a día de hoy son las únicas instituciones capaces de proporcionar un acceso equitativo al aprendizaje y un control democrático del conocimiento científico, a la vez que actuar como baluarte desde el que combatir la ignorancia programada que nos acosa de manera creciente. Sociedad y Universidad tienen que hacer un nuevo pacto para el siglo XXI. Un pacto sin jerarquías que se soporte en la idea de que aprendemos entre todos. 

"Las universidades a día de hoy son las únicas instituciones capaces de proporcionar un acceso equitativo al aprendizaje y un control democrático del conocimiento científico, a la vez que actuar como baluarte desde el que combatir la ignorancia programada que nos acosa de manera creciente"

P: En un escenario como el actual de crecimiento de la demanda de formación acompañado de un fuerte incremento en las capacidades tecnológicas para el aprendizaje, las oportunidades de negocio y la aparición de actores disruptores que pretendan explotar los sistemas educativos actuales parece evidente.

R: Y lo es. Llevamos ya varias décadas en las que los profesionales de la educación y las instituciones educativas tradicionales están soportando grandes presiones. Cada vez hay más actores que aspiran a encontrar su nicho en esta transición. Como sucede con las que podemos denominar universidades globales. Instituciones impulsadas por el marketing de los ranking que persiguen la formación de las élites cosmopolitas, a la vez que las aleja de los problemas de sus conciudadanos. O como con las plataformas de formación. Un fenómeno que bien podríamos definir de ‘uberización’ en una educación low cost. Plataformas que ofrecen una capacitación para empleos en los que son necesarias competencias medias y bajas, en ámbitos normalmente no satisfechos por la educación formal.

Sin olvidar a las propias grandes empresas, que ven en la certificación de competencias en sus ámbitos tecnológicos una prometedora línea de negocio y de posicionamiento de marca. Lo que no podemos asumir es la inevitabilidad del deterioro de los sistemas educativos públicos actuales, que nos aboca a mayores inequidades. Resignarnos bajo las promesas de un solucionismo tecnológico que sabemos terminan en la precarización y en la segregación. La educación es demasiado importante para que permitamos que pase lo que ha sucedido en otros sectores.  

P: Por último ¿Es posible establecer un marco de cooperación iberoamericano en Educación Superior como el que plantean?

R: Es posible y es necesario. Solo se aprende en comunidad. Somos muchos los que tenemos la suerte de hablar español. El español nos permite crear una comunidad de aprendices alternativa a la hegemonía de la industria anglosajona de la Educación Superior.

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