Ocho años es la edad con la que muchos menores tienen su primer contacto con la pornografía, según indica un informe de Save the Children. Y este consumo temprano de contenido pornográfico tiene consecuencias directas en la forma en la que los más jóvenes comienzan a relacionarse con su sexualidad, sobre todo al representar prácticas que se alejan de la realidad y, en muchas ocasiones, representan situaciones violentas y machistas. Es por ello que cada vez más se demanda una correcta educación sexual en la escuela. Y de esa necesidad surge el libro ‘Porno educar’ (Editorial Vergara), escrito por María Rodríguez, doctora en Género y Diversidad y sexóloga. Con una estructura clara y accesible, esta obra es una guía para quienes buscan acompañar a los adolescentes en su camino hacia una sexualidad saludable y consciente. A través de sus páginas, invita a transformar la preocupación en acción, ofreciendo a las nuevas generaciones los conocimientos y habilidades necesarios para navegar con criterio en un entorno mediático complejo y para construir relaciones basadas en el trato respetuoso. 

Pregunta: ¿Qué le motivó a escribir ‘Porno educar’? ¿Cree que sigue existiendo un vacío en torno a la educación sexual en los centros escolares?

Respuesta: La motivación principal para escribir ‘Porno educar’ surge de mi preocupación por el papel que ha adquirido la pornografía como fuente de (des)información sexual entre las personas adolescentes. Me inquieta el impacto que esto tiene en la construcción de su imaginario sexual y en su desarrollo sexual y relacional, ya que la falta de educación sexual dificulta que tengan otros modelos o referentes con los que contrarrestar lo que observan en el porno.

Además, es importante recordar que el libro está dirigido a personas adultas que quieran acompañar de manera adecuada a las personas adolescentes. Es necesario que dejemos de ‘echar balones fuera’ y culpar de todo al porno (spoiler: que no está hecho para educar) o a la infancia y adolescencia (que simplemente sienten curiosidad por la sexualidad humana). Debemos asumir responsabilidades y admitir que tenemos una tarea pendiente con la educación sexual.

Sigo observando un vacío considerable en la educación sexual dentro de los centros escolares: el tema se aborda de forma deficitaria y, en muchos casos, únicamente desde los riesgos y peligros. Esta falta de información adecuada lleva a que las personas jóvenes busquen respuestas en internet o entre sus amistades (igualmente desinformadas), perpetuando tabúes y distorsionando su percepción de la sexualidad. Es fundamental que la educación sexual sea integral, mediática y basada en la evidencia, para que puedan desarrollar una visión saludable, respetuosa y realista de la sexualidad.

P: ¿Debería abordarse la educación sexual de forma transversal en las aulas? ¿Qué medidas deberían tomar los centros para ello?

R: Sí, la educación sexual debe abordarse de forma transversal en las aulas, pero es fundamental que esto no se quede solo en una declaración de intenciones. La transversalidad, si no va acompañada de una formación específica para el profesorado y de herramientas concretas, puede convertirse en una trampa y dejar el tema sin abordar realmente. Para que sea efectiva, la educación sexual debe estar perfectamente estructurada, con contenidos claramente definidos y adaptados a cada etapa educativa, presentes en todas las asignaturas pertinentes y no solo en tutorías o materias optativas. Además, estos contenidos deben ser evaluables, igual que el resto de competencias educativas, lo que implica que los centros han de diseñar un currículo sistemático y estable, integrando la educación sexual en los diferentes proyectos educativos. Es imprescindible que el profesorado reciba una formación rigurosa y continua, con recursos y estrategias didácticas actualizadas, y que se creen espacios de diálogo seguro y respetuoso donde el alumnado pueda expresar sus dudas sin miedo ni vergüenza. Solo así se puede garantizar una educación sexual integral, científica y transformadora, que prepare a las personas jóvenes para vivir su sexualidad de forma responsable y satisfactoria.

P: En su libro señala que el porno se ha convertido en una fuente principal de información sexual para los adolescentes. ¿Qué consecuencias concretas has observado que esto tiene en su desarrollo afectivo-sexual?

R: El consumo de pornografía como principal fuente de información sexual puede generar expectativas poco realistas sobre el sexo, los cuerpos y el rendimiento sexual. Además, fomenta una visión distorsionada de los roles de género, trivializa el consentimiento sexual y puede despojar a las relaciones de afecto e intimidad. Esto puede llevar a la normalización de prácticas poco realistas o peligrosas, así como a la perpetuación de estereotipos que limitan la comprensión de la diversidad sexual y afectiva.

El problema radica en que se utilicen los contenidos pornográficos como una de las principales fuentes de información, sin un acompañamiento crítico o educativo. Esto puede generar confusión sobre lo que es una relación sexual sana y consentida, dificultando que las personas adolescentes desarrollen habilidades para comunicarse, establecer límites y construir relaciones basadas en el respeto mutuo. Por ello, resulta fundamental ofrecer una educación sexual integral que contrarreste y contextualice la información que puedan encontrar en el porno, ayudándoles a construir una visión más realista, diversa y positiva de su sexualidad y relaciones afectivas.

P: ¿Sigue siendo tabú hablar de sexo con adolescentes? ¿Cómo afecta ese silencio a la manera en que los jóvenes entienden su sexualidad?

R: Sí, sigue siendo un tema tabú tanto en las familias como en los centros educativos. Este silencio obliga a las personas jóvenes a buscar información en fuentes poco fiables, lo que puede derivar en confusión, inseguridad y en la perpetuación de numerosos mitos y estereotipos sobre la sexualidad. La falta de diálogo abierto dificulta que desarrollen una visión positiva, saludable y diversa de sus sexualidades, y también limita su capacidad para identificar y expresar sus propias necesidades, dudas o límites.

Además, este silencio genera barreras para que acudan a referentes adultos cuando lo necesitan, lo que puede aumentar su vulnerabilidad ante situaciones de riesgo o abuso. Hablar abiertamente de sexualidad no solo previene la desinformación, sino que también fomenta la confianza, el respeto y el bienestar emocional de las personas jóvenes.

 educación sexual en la escuela entrevista a María Rodríguez

P: ¿Cuál debería ser el rol de familias y educadores frente a la exposición temprana de menores a contenidos pornográficos? ¿Cómo pueden abordarlo de forma abierta y eficaz?

R: Su papel es crear una atmósfera de confianza, diálogo y apertura, evitando el juicio y el castigo. Es importante hablar de sexualidad desde edades tempranas y no limitar la conversación al porno (ya que podríamos darle, sin querer, más importancia de la que tiene), sino incluirlo como parte de una educación sexual positiva y basada en el conocimiento científico. Deben fomentar el pensamiento crítico y la autoestima, y estar disponibles para resolver dudas y acompañar en el proceso de aprendizaje.

Además, es fundamental entender que los filtros más efectivos no están en los dispositivos, sino en las cabezas: se trata de dotar a las personas menores de herramientas para analizar y cuestionar lo que ven, en lugar de confiar únicamente en barreras tecnológicas que, tarde o temprano, pueden sortear. Hay que fomentar una mirada crítica sobre los contenidos a los que, en última instancia, acabarán accediendo, ayudándoles a distinguir entre ficción y realidad, y a identificar mensajes poco saludables o poco realistas. Por eso, es clave adelantarse al consumo, proporcionando información adecuada a la edad y generando un espacio seguro para el diálogo. Así, familias y docentes pueden convertirse en referentes accesibles y fiables, capaces de acompañar en la construcción de una sexualidad informada, respetuosa y consciente.

P: ¿Cree que el acceso temprano al móvil ha motivado que cada vez más menores consuman pornografía? ¿Deberían las familias ejercer un mayor control parental en el uso de las nuevas tecnologías?

R: El acceso temprano y sin supervisión a móviles y dispositivos digitales ha facilitado que las personas menores accedan a pornografía a edades cada vez más tempranas, muchas veces de forma accidental. Aunque los filtros parentales pueden ser útiles durante la infancia, su eficacia disminuye en la adolescencia, ya que suelen encontrar formas de sortearlos. Por eso, suelo insistir en que los ‘filtros’ más efectivos deben estar en las cabezas, es decir, en su capacidad crítica y en la educación recibida, más que en los propios dispositivos. Las familias, más que ejercer un control estricto, deberían acompañar y dialogar sobre el uso responsable de las nuevas tecnologías. Es importante fomentar la confianza, establecer límites claros y adaptados a la edad, y, sobre todo, anticiparse al consumo con una educación sexual y digital adecuada. De esta manera, la infancia y adolescencia estará mejor preparada para enfrentarse a los contenidos a los que, inevitablemente, acabarán expuestas, y podrán tomar decisiones informadas y responsables.

P: ¿Influyen también las redes sociales en este consumo y en la forma que tienen los menores de relacionarse de forma afectivo-sexual?

R: Sin duda, las redes sociales juegan un papel relevante tanto en el acceso a la pornografía como en la construcción de la identidad y las relaciones afectivo-sexuales de las personas jóvenes. A través de ellas, acceden al imaginario sexual colectivo y están expuestas a contenidos sexualizados, estereotipos de género y, en ocasiones, a prácticas de riesgo, lo que puede influir en su percepción de la sexualidad y en la manera en que se relacionan con las demás personas.

Sin embargo, es importante no caer en una visión adultocéntrica ni demonizar completamente el entorno digital. Las redes sociales también ofrecen espacios para el aprendizaje, la autoexpresión y el acceso a referentes positivos y diversos. Muchas personas jóvenes encuentran en ellas modelos que promueven el respeto, la diversidad y la inclusión, así como información valiosa sobre sexualidad, relaciones sanas y derechos. Además, las nuevas generaciones suelen ser más abiertas y libres en la forma de entender y vivir su sexualidad, y utilizan estos canales para compartir experiencias, apoyarse mutuamente y construir redes de apoyo.

Por tanto, más que centrarnos únicamente en los riesgos, es fundamental acompañarles en el desarrollo de una mirada crítica y consciente, ayudándoles a identificar tanto los peligros como las oportunidades que ofrecen las redes sociales para su crecimiento personal y relacional.