El temor por nuestro estado de salud o el miedo a infectar a otros, la pérdida de rutina y de contacto con los demás, el aburrimiento, la frustración, el estrés o las pérdidas económicas son algunos de los efectos psicológicos que puede producir la cuarentena, según el estudio de la revista británica The Lancet titulado ‘El impacto psicológico de la cuarentena y cómo reducirlo’.

Según el informe, el impacto psicológico que produce en las personas pasar por una situación de reclusión es “amplio, sustancial y puede ser duradero”. Y enumeran los posibles efectos que ya se han visto en las personas que llevan más tiempo viviendo esta situación: irritabilidad, bajo estado de ánimo, insomnio, ira, agotamiento emocional... 

Efectos psicológicos en niños y adolescentes

El aislamiento también tiene consecuencias en los niños y adolescentes. “La falta de ejercicio físico, de juego libre, no estar en contacto con los compañeros del colegio como están habituados puede provocar estrés y tener repercusión sobre su estado de ánimo”, afirma María Martín Santacreu, psicóloga, terapeuta de familia y profesora colaboradora del Máster de Psicología Infantil y Juvenil de la UOC. 

“Las reacciones que más usualmente nos podemos encontrar son irritabilidad, incremento de las peleas con los hermanos, nerviosismo, cambios de humor, expresión de miedos (pueden expresarnos su miedo respecto al virus), dificultad en mantener una pauta de sueño”, explica.

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Actitud positiva de los padres

El ejemplo de los padres es lo más importante. “Es fundamental la actitud con la que los adultos gestionemos esta situación”, apunta Gabriela Paoli, psicóloga, formadora y consultora en temas de Desarrollo Personal y Organizacional. Y añade: “Aunque habrá momentos del día más duros de pasar, en el caso de los niños y adolescentes es imprescindible la actitud positiva de los padres. Es decir, si los padres se organizan, planifican y se lo toman con una pizca de ilusión y optimismo, les transmitirán esto a sus hijos y ellos también lo vivirán así”.

Uno de los aspectos que más puede afectar a los niños es la pérdida de sus rutinas: “Les puede incluso confundir temporalmente y provocar que pierdan la noción del tiempo (día, horarios, etcétera)”, apunta Paoli. Algunos efectos que pueden aparecer son manifestaciones de irritabilidad, enfado, frustración, nerviosismo, incertidumbre, cansancio mental (no físico), agobio e, incluso, ansiedad. “Frente a este estado emocional, pueden seguramente provocarse situaciones de estrés familiar, habiendo más discusiones y peleas entre hermanos”, añade. 

Mensajes de calma 

Por último, María Martín vuelve a subrayar la importancia de que los adultos mantengan un estado de calma: “Los adultos somos la base de seguridad para los niños. Ellos observan nuestros comportamientos, nuestras reacciones y actitudes. Por eso no solo se trata de darles mensajes de calma verbales, sino también de que éstos se vean reflejados en nuestro lenguaje no verbal”.

Sobre el autor
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Susana Velasco

Subdirectora de EDUCACIÓN 3.0 y firme defensora de la necesaria presencia de la Educación Emocional en las aulas porque, como dice Francisco Mora, "sin emoción no hay aprendizaje". Me apasiona viajar, caminar, fotografiar y crear.