¿Qué puedo hacer con una impresora 3D en clase?

El ordenador portátil, la PDI, la tableta… y en pocos años, también las impresoras 3D. Porque estos dispositivos tienen multitud de aplicaciones en el proceso de enseñanza aprendizaje. De hecho, el informe NMC Horizon Report 2013, que analiza las tecnologías y recursos que adaptará la educación en los próximos años, recoge que estos equipos serán una de las tendencias que se adoptarán en la enseñanza en un plazo de entre cuatro y cinco años.
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La tecnología de impresión 3D se basa, esencialmente, en conseguir imprimir objetos a los que añade una tercera dimensión. Para ello, los crea capa por cada, desde abajo hasta arriba.
En este proceso, es esencial haber creado un modelo tridimensional, para lo que se utilizan programas como Google SketchUP, 3D doodle pad o tinkercad. Con ellos, los estudiantes pueden crear objetos en la pantalla de su ordenador o tableta para luego verlas convertidas en realidad.
Utilizar una impresora 3D en clase puede suponer una gran motivación para el alumnado, y colabora con la multicapacitación, la creatividad, la simplicidad y el aumento del potencial de los procesos de aprendizaje.
Puede utilizarse en multitud de áreas. En Biología, por ejemplo, es un recurso para recrear partes anatómicas de los seres vivos, e incluso fósiles que manipular libremente; en Geografía, es más fácil estudiar con todo detalle mapas topográficos de las áreas deseadas; y en Tecnología o Diseño, el alumno puede crear piezas a escala para fabricar prototipos. También es útil en Dibujo o Artes Plásticas para crear obras, en Física o Química para elaborar prototipos para mostrar conceptos, y en Historia para hacer réplicas de las construcciones o utensilios de civilizaciones pasadas.
Los niños más pequeños (desde Primaria) están capacitados para utilizar los programas más básicos y, aunque al principio creen objetos igualmente simples, según aprenden a controlar los programas y las formas pueden realizar trabajos más complejos.
Aun así, las impresoras 3D están más orientadas a los estudiantes más mayores: ellos las podrán utilizar en todas y cada una de las asignaturas como un recurso más en el día a día de sus clases.
Los obstáculos a los que se enfrenta esta tecnología son, básicamente, dos. El primero de ellos es la lentitud con la que los centros introducen la tecnología. Y es que muchos de ellos todavía no disponen de PDI en todas sus aulas, ni utilizan dispositivos como las tabletas o los ordenadores portátiles. Y eso lleva al segundo factor que limita su introducción: las impresoras 3D tienen un coste muy alto todavía, y en estos momentos pocos centros pueden hacer frente a una inversión de este tipo (alrededor de mil euros por aula).