Los ‘coder dojo’ o clubes del código se han extendido rápidamente por escuelas de medio mundo con un mismo objetivo: adaptar los lenguajes de programación a los más pequeños. Además de tocar la flauta o jugar al fútbol, los alumnos de los últimos cursos de Educación Primaria de varios colegios españoles ya pueden optar a divertirse ‘hackeando’ un videojuego, desarrollando una app o construyendo un robot. 
Contamos con la experiencia de Bernat Llopis Carrasco, profesor de Formación Profesional, además de coordinador de Iniciatives Educatives Bylinedu en Valencia, que nos detalla cómo organizó su coder dojo:
Que levante la mano quien no haya escuchado a un niño o niña fantasear con coches voladores, robots, ordenadores que responden a sus pensamientos… ¿Fantasean? No, no son fantasías, son sueños e ilusiones que se pueden y deben potenciar. Cuando la ciencia hace acto de presencia en el colegio, casi siempre es una versión bastante cercana a lo que se aprende en las asignaturas obligatorias. ¿Por qué no añadir a la lista algo realmente innovador? En 2013 en Reino Unido nacía de la mano de Ros Williams, Linda Sandvik y Clare Sutcliffe una iniciativa educativa para impartir talleres para niños en los que se les enseñaba a programar de manera sencilla y entretenida. Poco tiempo después estaban ya lanzando Code Club World para fomentar su uso entre las escuelas a nivel local y de manera autosuficiente, poniendo a su disposición todo tipo de herramientas básicas, recursos, consejos y vídeos explicativos.
Recuerdo cómo un día oí a un niño decir: “Quiero hacer un robot que ayude a mamá”. Le comenté que para eso había que prepararse y aprender muchas cosas. Y me contestó: “Vale”. Esto me obligó a investigar un poco, hasta que di con Code Club World. Y no hizo falta más, la curiosidad y la ilusión por crear algo con las propias manos logró hacer el resto, y juntos dimos los pasos para introducirnos en la programación y de ahí a la robótica.
Dojo2 Para quienes no saben de qué va esto, ver líneas de código en cualquier lenguaje de programación, aunque sea sencillo como Python o Ruby, puede parecer un rollo. Pero lo cierto es que incluso a los niños desde muy pequeños (en Educación Infantil por supuesto) les podemos enseñar a jugar con la programación de un modo adecuado a su edad. Para llegar a los grandes códigos se empieza por los grandes bloques al estilo de code.org o codeacademy.com, porque cualquiera puede aprender a programar desde edades tempranas de una forma tan visual.
Esto es lo que se hace en los Clubs de Código como los que Bylinedu ha impulsado en Valencia, adscritos al movimiento mundial de Coder Dojo. En este contexto, primero se ponen en contacto niños y jóvenes con inquietudes en el tema, con otros jóvenes o adultos con más experiencia; de modo gratuito, sin el contexto de clases obligatorias, compartiendo esos sueños que tal vez en otros entornos parecerían más ‘frikis’.
Mi experiencia aquí es muy gratificante. Hemos tenido, como todo, un inicio muy modesto, donde una sola persona lo hace todo con la ayuda familiar y donde poco a poco hemos crecido con voluntarios y voluntarias motivadísimos, que controlan diferentes aspectos del mundo de la programación y la informática y que dedican una parte de su tiempo a compartir con los demás lo que saben. Son mentores, capaces de arrancar la sonrisa a esos ‘ninjas’ del código que son los niños, mientras programan un robot con Lego, o provocan caras de asombro en cuanto logran que su proyecto con Scratch se convierta en un videojuego, crean un código QR que a la vez era un laberinto en Minecraft.
Dojo3 La inversión para arrancar el CoderDojo Valencia ha corrido a cargo de la Asociación Bylinedu y de algunas donaciones; los primeros ceden un espacio para las sesiones de los sábados, algún ordenador y soporte web, que es casi lo prinicipal; alguna persona ha donado algún equipo u otros materiales, para que todos puedan acercarse al mundo del código aunque en su casa no disponga de PC. Realmente no hace falta grandes dispendios, porque con un par de ordenadores no muy potentes para los niños que no dispongan de uno para traer a las sesiones y evitar así la brecha digital, ya podemos empezar. ¿Y sabéis qué? Que solo por cualquiera de los siguientes motivos ya me parecería suficiente:

  • Es divertido. Tenemos aplicaciones para ordenador o tablets que permiten que niños de 6 o 7 años empiecen a dibujar o hacer sencillos juegos, casi sin darse cuenta y sin escribir código. Nosotros empleamos la plataforma gratuita Scratch del Media Lab de Massachusetts, que consiste en un lenguaje de bloques además de otras aplicaciones web o para dispositivos móviles como Scratch Jr, etc. Las tablets además son un instrumento natural para el aprendizaje. Niños que aún no saben leer, juegan programando un robot con Lightbot como hemos podido comprobar en nuestras actividades.
  • Actividad en familia. Programar hace posible compartir tiempos creativos, hacer cosas juntos para dejarse sorprender. Partiendo de unos bloques de Lego, podemos llegar hasta programarlos con Lego MindStorms Nxt o EV3. Y si prefieres, jugar con la popular Arduino programando vuestros inventos mediante S4A (Scratch for Arduino).
  • El código no tiene género. Cuando creas código, cuando programas un robot, no has de preocuparte por el género. Esa filosofía es la que debe potenciarse para que el aprendizaje de la programación sea un incentivo para niñas y adolescentes y no existan más brechas digitales. La enseñanza de STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) o STEAM (incluyendo el Arte) debe ser accesible a cualquier persona desde edades tempranas y no necesariamente como asignatura en la escuela.
  • Uso activo de la tecnología. ¿Cuántas veces vemos a nuestros hijos e hijas con la tableta, la consola o el ordenador jugando con aplicaciones, como meros consumidores de contenidos? Según Mitchel Resnick, del MIT, “es casi como si supieran leer, pero no escribir con las nuevas tecnologías”. Por este motivo, enseñar a nuestros hijos a programar, a crear, les empodera, les convierte en protagonistas del aprendizaje al desarrollar sus propios sueños.
  • Programar para aprender. “Cuando se aprende a codificar, empiezas a pensar en procesos en el mundo”, dice también Resnick comparando la programación con la lecto-escritura. Todos aprendemos a escribir pero no todos seremos periodistas o escritores, todos aprendemos álgebra pero no seremos matemáticos y por el mismo motivo que leemos para aprender, debemos hacer lo mismo con la programación. Programar activa el pensamiento creativo, la resolución de problemas, el trabajo colaborativo y cooperativo. Además desde los clubes de código se introduce en la cultura tecnológica, en compartir, lo que les beneficia también al estructurar el pensamiento y la comprensión de lo que les rodea.
  • El futuro. Los centros educativos están reaccionando con cierta lentitud, pero cada vez son más los padres que buscan opciones como los Coder Dojo, en un enfoque que puede compararse con el método Suzuki de enseñanza de música para niños pequeños, en la que los padres juegan un papel muy importante. En varias ocasiones he manifestado que, probablemente, el trabajo que desarrollará mi hijo en un futuro aún no tenga ni nombre, por eso es importante que estén preparados en una sociedad cambiante, donde la tecnología está en todos los ámbitos.

¡Participa!
Dojo4 Muchos padres quieren que sus hijos jueguen al fútbol u otros deportes de repercusión mediática pero, vaya un consejo, aprender a organizarse, a compartir, hacer pinitos en la programación, puede suponer un empleo en el futuro para esta joven generación que necesita ilusión en lo que hace. Cuando uno de nuestros ‘ninjas’ dice que quiere hacer un robot que ayude a su abuelo que es mayor o a sus papás en las tareas cotidianas, tengo la sensación de que estamos en el camino correcto.
Desde aquí os invito a que compartáis algunos ratos con nosotros pensando el siguiente proyecto, imaginando aplicaciones con Arduino o RaspBerry y disfrutando con este “cacharreo” entre los más jóvenes, considerando la oportunidad de extender el movimiento en vuestras escuelas.