Entrevista a Luisa Juanatey: “20 años de enseñanza ineficaz en la Pública”

Luisa Juanatey comenzó su carrera docente en el departamento de Lengua Española de la universidad de Santiago de Compostela, ha traducido obras del francés, el inglés y el italiano (Italo Svevo, E. Burke, Maupassant, Carofiglio, Camilleri...), y también ha publicado libros sobre didáctica de Lengua y Literatura españolas (‘Aproximación a los textos narrativos en el aula, I y II’, ampliamente citado en bibliografías sobre la materia). Pero sin duda está en boca de muchos docentes y expertos pedagogos por su último trabajo, el libro editado por Pasos Perdidos ‘¿Qué pasó con la enseñanza? Elogio del profesor’, un relato polémico en donde recoge el verdadero día a día de un maestro de IES, que si bien no tiene una solución definitiva para el sistema educativo en España, sí comprende lo que ha estado ocurriendo y por qué se han visto defraudadas las expectativas de alcanzar una enseñanza pública de calidad.
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Lo empecé a escribir durante mis últimos años en activo, ante la observación de que no hay ningún conocimiento público de la tarea que llevan a cabo los profesores y en qué condiciones. Es asombroso hasta qué punto, fuera de los propios centros educativos, en este país se desconoce todo lo relativo a la enseñanza. Y lo peor es que la gente cree saber y constantemente habla de ella… no más allá de diez minutos y no más allá de dos o tres tópicos que no aclaran nada. En el libro recogí mucho de lo que los profesores no podemos explicar en esos diez minutos. Yo creo que sí necesitaría una continuación, o muchas más, pero ya no me corresponderá a mí escribirlas, claro.
Tan opuestos como que los así llamados expertos son uno de los principales problemas a que se enfrenta el profesorado. Porque ellos saben publicitar sus recetas y hablar como voces autorizadas, pero luego no van todos los días a aplicarlas y se encuentran con que, en la práctica, a lo mejor su receta es un ‘churro’ o, simplemente, no puede aplicarse en las clases reales de los institutos reales. En ‘Qué pasó con la enseñanza’ lo explico con detalle. El prestigio –y el poder político- que adquirieron los 'expertos teóricos y pedagogos de Ministerio' nada tiene que ver con enseñar una asignatura eficazmente. Y eso, el que en la enseñanza pública llevemos más de veinte años no pudiendo enseñar eficazmente, ha causado un perjuicio enorme a este país. Haría falta una rectificación a fondo. E innovar, en algunos aspectos, porque los tiempos cambian.
“Hace falta un mecanismo que permita expresarse a los profesores, sería una base muy fiable para una futura ley de educación con objetivos razonables”
Le aconsejaría que no me recibiese a mí, sino a los profesores que siguen en los institutos. No a sus pretendidos representantes, sino a ellos, directamente. A unos cuantos. Oiría cosas que no puede ni imaginarse, que no se ha imaginado ningún Ministro. Y, a partir de ahí, y ya que no tendrá tiempo de hacer mucho más, quizá pudiera dejar organizada una gran encuesta y establecido un mecanismo permanente que permita expresarse a los profesores (hoy día es relativamente fácil). Sería una base muy fiable para una futura ley de educación consensuada, con objetivos razonables y no al servicio de ninguna ideología.
Con sus más de 30 años largos de experiencia docente, y algunos otros invertidos en la formación previa, atravesando de una manera u otra todos los planes de estudio que han regido este país desde después de la Guerra Civil (LGE, LOECE, LODE, LOGSE, LOPEG, LOCE, LOE, LOMCE)… ¿ha habido alguno bueno? ¿O todos han hecho mejor al que sustituían? ¿Qué habría que hacer entonces?
¿Qué habría que hacer? Pues debatir sobre la enseñanza en serio, con verdades. No se ha hecho desde que fue implantada la LOGSE en 1990. Las demás leyes, toda esa sopa de siglas, no han traído ningún cambio de raíz. Yo no tengo ninguna receta, por supuesto. Los profesores no tenemos recetas ni pretendemos legislar. Pero tenemos experiencia, como digo. Y a los políticos les correspondería aprovecharla.
El lenguaje que usamos revela muchas cosas. Una palabra o una expresión aisladas no dan idea de en qué lenguaje delirante empezaron a estar escritos los documentos sobre educación a partir de la LOGSE. Yo guardo ejemplos tan esperpénticos que cuesta creer lo que uno lee. Es un lenguaje que no revela más que cáscara. Hablar o escribir así, precisamente para hacer funcionar la educación, debería estar prohibido. Hablar llano es lo más pedagógico que se ha inventado, y quien de verdad conoce algo sobre educación lo sabe.
Esas innovaciones u otras análogas, en pequeño y en situaciones particulares, las hemos ensayado muchos profesores. Cuando son factibles resultan satisfactorias para todos, y eficaces, por qué no. Pero cuando te han confiado un grupo –numeroso, y al que le das tres o cuatro clases por semana– que no entiende lo que lee y que escribe mal muchas palabras elementales, las cosas se te complican. Sobre todo si ves que esta situación se repite un año y otro. Necesitas un buen sistema, no una ocurrencia. Algo que te garantice que tus alumnos a los quince años sepan leer y escribir con cierta soltura para que tú puedas seguir construyendo y no tengas que acabar aprobándoles a tu vez sin que hayan alcanzado el nivel necesario, como tantas veces hemos tenido que hacer todo este tiempo. Con consecuencias lamentables.
Sí, claro. También deberíamos tomar buena nota de cómo funciona la industria en Alemania. Pero eso por sí mismo no nos convertiría en una potencia industrial de primer orden, si no cumplimos otros requisitos. La educación, la cultura, se respiran. El apreciar el privilegio de acceder a la enseñanza gratuitamente, también. El valorar el conocimiento y el respeto al profesor, que es la figura visible del sistema de enseñanza, también. A mí me parece que en España, de momento, sería más necesario fomentar públicamente todo esto –en lugar de otros valores radicalmente antieducativos– que hablar de Finlandia y de Corea del Sur.
“Necesitamos un buen sistema, no una ocurrencia. Algo que garantice que a los quince años se sepa leer y escribir y no tengas que acabar aprobándoles, como tantas veces hemos tenido que hacer, con consecuencias lamentables”
Los adolescentes de todas partes son igual de sorprendentes y de previsibles, de ingenuos y de sabios, de alegres y de tendentes a hacer un drama de cualquier cosa. Y, en principio, igual de estimulantes. Es cierto que entre autonomías hay diferencias de resultados, y entre institutos también. Lo deseable, naturalmente, sería un resultado homogéneo que refleje una auténtica igualdad de oportunidades.
Muchos de esos buenos momentos y sensaciones los reflejo en el libro. Así como ‘vocación’ me parece un término pomposo, con un tufillo que me desagrada y del que, además, se abusa mucho (un tópico de esos a los que me refiero más arriba), me encanta hablar de entusiasmo por el oficio y de la satisfacción de enseñar, de haber enseñado: algo que antes de la LOGSE abundaba enormemente. Cuando a los profesores se les permite experimentar esa satisfacción, cualquier sistema gana mucho. Y también explico allí con detalle cómo han ido sacando adelante a estudiantes por los que 'nadie hubiera dado un duro', sin ayuda de las autoridades educativas y, en ocasiones, hasta sin ayuda de los padres, aunque esto último es mucho más difícil. Me quedo con todo eso, con el magisterio no escrito que he visto ejercer a mis compañeros.
Y… no echo de menos nada, contra lo que creí. Aunque también es verdad que sigo enseñando informalmente. Sin gran desgaste físico y sin forzar la voz (¡como en Finlandia!). A los profes nuevos en el libro les hago llegar toda mi estima por su elección y les dedico un decálogo imposible de resumir aquí pero donde todas las entradas empiezan diciendo: “Exigid”. Lo digo en bien de todos, y quizá esto pueda valer en lugar del resumen.
En realidad, tras haber escrito el libro, poco o nada tengo que añadir. Las entrevistas siempre me dejan la impresión de no haber dicho nada que explique de verdad cómo está la enseñanza pública en España, y sobre algunas de las causas de que se encuentre en ese estado. Será la falta de costumbre. Soy, o he sido, profesora. Para mí dar una clase es facilísimo, responder a una entrevista es meterme en un lío. Unas veces resultas tajante, otras errática… Un lío. Así que solo me queda darles a ustedes las gracias, por haberse interesado.
“Así como ‘vocación’ me parece un término pomposo, con un tufillo que me desagrada, me encanta hablar de entusiasmo por el oficio y de la satisfacción de enseñar: algo que antes de la LOGSE abundaba enormemente. Cuando a los profesores se les permite experimentar esa satisfacción, cualquier sistema gana mucho”
5 Comentarios
La verdad es que por mucha reforma educativa que se haga si no se hace consensuada y con unas tablas firmes de nada sirve.
Aquí el histórico de leyes educativas en España:
Y gracias por vuestro tiempo estoy encontrando información muy interesante con autores diferentes y opiniones diversas.
Aurora, ¿por qué no pruebas a esdcribirle a la editorial Pasos Perdidos?
Fue mi profesora de literatura en el IES La Mola de Novelda ( Alicante). Me reconcilió con la asignatura, lo hacia todo tan fácil! Fue seguramente mi mejor profesora de bachillerato.
¡Fue mi profesora de literatura de COU en el Ganivet, en Granada! ¡Cómo aprendí y cuánto de sus clases! ¡Con qué libertad y creatividad nos acercaba a la poesía y a la novela! ¡Cuánto leímos con ella! ¡Qué alegría tener noticias de ella! ¿Cómo puedo escribirle? ¡Tengo que escribirle!
Cuánto sentido común y honradez profesional rezuma esta magnífica entrevista. Y qué lejos están de todo ello los pedagócratas mandamases. Habrá que leer el libro y procurar difundirlo entre los docentes.