Francisco Javier Sánchez Sansegundo, docente en la Universidad Autónoma de Madrid y Universidad Europea de Madrid y Miguel Lázaro Alcalde, HP/Intel Ambassador, reflexionan sobre el papel de los alumnos en la educación del siglo XXI. En su opinión, la escuela actual debe preparar a las personas para la nueva sociedad, caracterizada por el auge de las tecnologías.

Francisco Javier Sánchez Sansegundo y Miguel Lázaro Alcalde

La tecnología ha llegado a las aulas para quedarse y ser una herramienta útil para profesores, alumnos y familias, convirtiéndose en una dimensión clave en nuestra sociedad. La escuela actual debe preparar a las personas para este nuevo mundo. Debe innovar y convertirse en un lugar de confianza donde los estudiantes puedan experimentar, crecer e idear. Sin embargo, en muchas aulas la metodología todavía sigue siendo la tradicional-expositiva: los pupitres continúan colocados en fila, separados unos de otros y mirando hacia la mesa del profesor y hacia la pizarra. El docente sigue realizando el papel de emisor y el alumno, de receptor o incluso de ‘consumidor’, ya que tan sólo recibe y asimila información para ser interiorizada y memorizada.

Francisco Javier Sánchez Sansegundo

Este papel de los estudiantes debe pasar de ser ‘consumidores’ de conocimiento a creadores e innovadores. En este sentido, el alumno debe convertirse en el centro de su propio aprendizaje y experimentar, crear, equivocarse y obtener resultados para mejorar su proceso de aprendizaje. ‘Learning by Doing’ o ‘Aprender Haciendo’ es una metodología basada en la adquisición de habilidades y competencias mediante procesos de acción. Según Borgnakke (2004), podemos cambiar y modificar el aprendizaje pero no podemos evitar ‘el hacer’.

Activos en el aprendizaje

Llegados a este punto, debemos recordar los estudios realizados por Van Dam (2004) en los que se muestran las tasas de retención del conocimiento en función de las acciones hechas por el estudiante. Si únicamente es un mero ‘consumidor’ del conocimiento, las tasas de retención están por debajo del 50% pero si el estudiante se convierte en un agente activo de su aprendizaje, la tasa aumenta hasta el 90%. Estos datos apoyan la idea de que el alumno debe ser parte activa de su proceso de aprendizaje y no un sujeto pasivo.

Para llevar a cabo la metodología ‘Learning by Doing’, debemos observar qué modelo o pensamiento se adapta mejor. En este caso, la filosofía maker en el ámbito educativo es la que mejor puede encajar, ya que se basa en la teoría constructivista, que hace que los alumnos construyan su propio conocimiento y creen su propia experiencia interna. Según Dougherty (2012), el nuevo movimiento maker conlleva una serie de características intrínsecas a él: mejora el proceso de aprendizaje a través del enfoque ‘Learning by Doing’; uso de metodologías innovadores y complementarias para el desarrollo de competencias; y creación de nuevas redes y espacios para el desarrollo de habilidades del siglo XXI. La combinación de la tecnología educativa, la metodología ‘Learning by Doing’ y la filosofía maker nos plantea mirar el aula de una forma distinta.

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