"Hace varios días el profesor José Antonio Marina presentó el “Libro Blanco sobre la Profesión Docente”. Un interesante proyecto que el autor presenta como fruto de la inteligencia colectiva, de la investigación pedagógica y que pretende dar un impulso de calidad a la tarea que tantos maestros y profesores realizan diariamente en las aulas. Pero no pocos han mostrado ya su rápida displicencia", afirma José Fernando Juan Santos, profesor en el Colegio HH. Amorós de Carabanchel, Madrid.
Abordar la pretendida mejora de la educación señalando decididamente a los profesores como los máximos responsables de la misma (vamos a decirlo claramente, como los “culpables” de los pésimos resultados) no es más que una popular reducción, propia de la desintegración cultural que vivimos.
Han sido varias las “reformas” del sistema que han encaminado sus pasos a “recortar la función docente”, y hemos visto cómo el desprestigio de la profesión (la profesión de todas las profesiones) no ha sido acallado por parte de quienes ahora dicen querer revalorarla. El Sr. Marina, que en alguna ocasión ha mostrado su opinión en este sentido, ahora señala decididamente a los profesores sumándose a la “opinión popular”.

Evaluación del profesorado

Jose Fernando Juan Santos
La temida evaluación del profesorado ha sido de lo más comentado al respecto. Algunos creen que se debe a que los solitarios profesores, acostumbrados a hacer “lo que les da la gana”, defienden de este modo una posición de privilegio. Pero no se trata de esto. Encantado de que me ayuden como profesor, sinceramente. Lo que cuestiono abiertamente es que nadie se dé cuenta de que los profesores quieren enseñar, la inmensa mayoría están muy comprometidos con su tarea, y las trabas vienen de otro lado.
Es difícil hablar a las claras de los males de la educación, y menos aún poner verdadero remedio a la falta de esfuerzo, a la falta de seguimiento por parte de las familias, a los recursos con los que contamos los profesores, a la falta de apoyo que muchas veces obligan a dar un paso atrás o a callar ante lo que se tiene delante de los ojos. Lo que es fácil en este contexto es incidir en que hacemos algo fiscalizando más a los profesores. Espero que fruto de la evaluación más de uno de estos nuevos inspectores pedagógicamente cualificados (lo cual dice muy poco de los presentes, según el profesor Marina) se sorprenda de lo que vivimos diariamente en las aulas. Por cierto, supongo que este cuerpo de expertos estará dirigido directamente por el Sr. Marina y alguno de sus buenos amigos.

Educar en términos de productividad

En tercer lugar, para quien no se haya dado cuenta, la reforma general de la educación que se ha emprendido es una reforma laboral encubierta. Todo el sistema puesto al servicio, dicho de forma más explícita, de las empresas, de las necesidades económicas de un país ávido de trabajadores cualificados para ocupar puestos de todo tipo. Insisto un poco más, porque es crucial.
La educación, que nace para mejorar y reformar auténticamente la sociedad, es decir, crear un mundo mejor para todos, pasa a ser mera antesala del mundo del trabajo. Sólo hay que escuchar las preocupaciones de los padres y las familias, y cómo estas se trasladan a sus hijos. Y los alumnos, a quienes decimos que hay que darles lo mejor para que crezcan en plenitud y sean felices en su vida, se educan en términos de productividad y lo que valen son las competencias que les hagan trabajar mejor en un futuro. Dentro de ese trabajar más efectivamente hay que incluir abiertamente que sea lo menos crítico posible y que sepa mucho inglés. Los recortes en contenidos, tan denostados últimamente en favor de nuevas metodologías y formas innovadoras de estar en clase, conducen claramente a que los jóvenes sepan menos. Como alguno dice, ya todo está en internet.

Alguien que cobra más, ¿trabaja mejor?

No quiero pasar sin señalar el asunto económico, que también ha causado más de un comentario y reacción. Según el profesor Marina, alguien que cobra más, trabaja mejor. Esa es la verdadera tesis de fondo en todo el asunto. Preocupante es de por sí que alguien acepte eso como máxima de su vida, pero vivimos en el mundo en el que vivimos. Constatarlo no es aceptarlo, en modo alguno.
Ahora bien, partiendo de que los centros no están dotados como conviene y que dentro de la gestión las partidas más pequeñas van dirigidas precisamente a  mejorar los recursos del profesorado, de lo que no tiene sentido hablar, salvo para querer sembrar más sospecha, es del sueldo de los profesores. De por sí, Señor Marina, no es nada del otro mundo. Vincular la retribución económica de algo tan etéreo como “la buena práctica” es perverso. La normalidad, según esto, debe estar por debajo del resto.
Evidentemente introducir esto en un claustro, lejos de facilitar y apoyar la necesidad de unidad y de trabajo conjunto, para el que disponemos de tiempos escasos y nada potenciados por la administración, viene a sembrar mayor división. Unos más, otros menos. Me resultaría lamentable pensar siquiera que me dedicaría con mayor dedicación a mis alumnos porque me paguen mejor. Revise, quien quiera, cuánto cobra un tutor al mes y pregunte cuánto tiempo, y de qué manera, dedica a sus alumnos para animarlos, escucharlos, atenderlos, estar pendiente de ellos y sacarlos adelante.
A mi modo de ver, profesor Marina –y para mí decir “profesor” es un verdadero título- la cuestión está en otro lado. Una vez más no abordada con claridad. Pero el paso que pretende dar sólo servirá para convertir el centro en una máquina de alumnos atornillados por maestros torneros, pues son muchas las semejanzas sospechosas con las empresas a las que luego tendrán que dedicar casi su vida entera. No sirve, y creo que lo sabe, a la excelencia.

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